La estridencia en las campañas electorales muchas veces impide ver el fondo de los proyectos de país que están en juego. El debate presidencial del pasado 7 de abril marcó, además de los golpes y contragolpes, un escenario no tan diferente. Además, los mensajes de los millones de spots que a todas horas saturan la radio y la televisión, tampoco muestran enormes diferencias. Hay dos narrativas que se difunden de forma cotidiana, que son en realidad discursos de propaganda y de mercadotecnia, pero no tocan las directrices del desarrollo del país. Una hipótesis puede ser que no hay dos proyectos en la estrategia general, sino dos narrativas polarizadas, sin dejar de lado algunas diferencias importantes, sobre todo en la parte laboral y en el nacionalismo energético.
La propaganda difunde dos versiones encontradas del país: la oficialista de Morena, PT y PV y la de oposición del PAN-PRI y PRD. La versión guinda se escucha en estéreo desde Palacio Nacional y desde la campaña de Claudia con el discurso de seguir con la transformación del país, hacerle un segundo piso a la 4T; afirma que la oposición quiere un regreso al pasado de corrupción y privilegios que durante todos los años del neoliberalismo se dedicaron a robarse los bienes públicos. Su lema es “sigamos haciendo historia”. Por otra parte, la campaña de la oposición que encabeza Xóchitl afirma que el país está en muy malas condiciones, que la inseguridad y la violencia se han agravado y la gente tiene miedo; la corrupción sigue, y vamos hacia un sistema cada vez más autoritario. Su lema es como de los cuentos de Lágrimas y Risas, “fuerza y corazón” y “un país sin miedo”. La tercera opción se dice la “nueva política”, pero resulta difícil que tenga credibilidad con políticos como Dante, Barrales y Cuevas.
Ninguna de las opciones ha planteado en la campaña cambiar los ejes del desarrollo del país que, de acuerdo con la Escuela la Regulación, se podrían analizar como: un proyecto diferente para generar otra forma de acumulación de capital; o una nueva estrategia de desarrollo en lugar de la exportación subordinada que domina desde el TLC y sigue con el T-MEC. Nadie propone otra forma de insertarse en el mercado internacional porque el nearshoring se ve como una gran oportunidad, y domina la idea de incrementar toda la inversión extranjera posible. En las relaciones salariales de la 4T sí hay un cambio de régimen con la reforma laboral y quitar el outsourcing; el aumento sostenido del salario mínimo rompió con el castigo salarial del PRI y PAN que hubo entre 1976 y 2018. En la intervención del Estado hay una diferencia importante, entre una concepción nacionalista que quiere empresas públicas fuertes como Pemex y CFE y otra visión de políticas energéticas con inversión privada. El pacto fiscal y el compromiso con el capital no se ha movido, las grandes empresas pagan más impuestos y no hay rebajas, pero la recaudación necesita de una reforma fiscal, pero nadie gana votos con esa oferta. Con la subida del salario mínimo y el gasto social, se logró la salida de la pobreza de un 5%, pero también el enriquecimiento de los más ricos aumentó de forma muy considerable, según un estudio de Oxfam.
La oferta de campaña de Claudia es muy parecida al actual sexenio, a pesar de que hay rasgos que anuncian diferencias. El morenismo, como partido dominante, se ve compacto y organizado, así es el poder. Sin dejar de lado la vergonzosa alianza de Morena con el Verde. En el lado opositor hay una contradicción no resuelta para Xóchitl, entre presentarse como una candidata sin partido y ser la representante de los viejos partidos gobernantes muy desprestigiados. Su oferta es ambigua, entre seguir con los programas sociales, un discurso anti-4T y el regreso a 2018 (seguro popular, estancias infantiles y escuelas de tiempo completo). En todos los partidos hay ‘chapulinismo’ oportunista, por eso se intercambian priístas, panistas y morenistas en todas las alianzas.
La disputa en la elección del 2 de junio será entre una continuidad que mantiene los mismos ejes de desarrollo y una oferta opositora que no propone alternativas originales. En los 46 días de campaña que faltan seguiremos con las retóricas instaladas de polarización, pero estamos lejos de tener dos proyectos muy diferentes de país…