Hay días en los que se acumulan los acontecimientos y muchas veces nos impiden ver el panorama general. Durante el gobierno de la 4T ya nos hemos acostumbrado a una congestión de problemas y enfrentamientos que surgen un día sí y otro también. Por una parte, la realidad es que tenemos un país que se ha vuelto más complicado y violento; por la otra, el presidente casi a diario abre una nueva pugna, para defenderse, para atacar o simplemente para fijar —de forma agresiva— una posición política. La revoltura de temas genera cierto vértigo, por eso es necesario una mirada amplia.
En 2018 vimos de qué forma se modificaron los componentes del sistema político. Lo que ha pasado en estos tres años es un cambio de régimen, con novedades y repeticiones sobre cómo se da la lucha por el poder, qué tipo de estrategias se ponen en operación para conseguirlo, quiénes son los actores, cómo es el campo de lucha y qué claves de lectura tenemos. Los triunfos de Morena nos llevaron de nuevo a un formato de partido dominante y ese carácter se le imprimió al comportamiento del Poder Legislativo. La parálisis, acuerdos y consensos de un presidencialismo de minoría que tuvimos entre 1997 y 2018, quedó en el pasado. Ahora domina una coalición que encabeza el partido gobernante, un presidente que marca la agenda y tiene los votos (no para hacer cambios constitucionales sin alguna parte de las oposiciones) para legislar el presupuesto y leyes secundarias. En ese contexto se puede entender el reciente decreto que sacaron los morenistas para “reinterpretar” la ley sobre lo que es información y/o propaganda rumbo a la consulta de revocación/ratificación de mandato del próximo 10 de abril. Este cambio en contra de la Constitución dará luz verde para que todos los funcionarios del gobierno puedan hacer propaganda disfrazada de información. Un regreso lamentable.
La otra parte que se transformó de manera importante fue la condición del Poder Ejecutivo, entramos y, en cierta forma, regresamos a una suerte de hiperpresidencialismo, en donde se tenemos a un mandatario fuerte que concentra el poder, con altos niveles de aprobación popular y, al mismo tiempo, con un debilitamiento de los contrapesos: el poder legislativo, el poder judicial, la prensa, las ONG y los partidos de oposición. Los viejos partidos gobernantes se encuentran en una enorme debilidad, en buena medida por su responsabilidad de haber generado un pacto partidocrático de componendas para tapar corrupción, la impunidad y capturar lo público. Hoy, la agenda pública se marca desde las mañaneras, que es el espacio de defensa y ataque del proyecto de AMLO. Las claves están en una narrativa populista de libro de texto: la polarización entre liberales y conservadores, entre los representantes del pueblo y la oligarquía, es decir, el país en blanco y negro, en donde cualquier crítica se vuelve un ataque conservador, ya sea el abuso de poder del fiscal Gertz o la declaración del Parlamento Europeo sobre la violencia en contra de los periodistas. AMLO, igual apoya a un fiscal impresentable, que responde e insulta, sin ningún oficio diplomático, al Parlamento Europeo. También afirma que el feminismo está infiltrado porque cualquier demanda de reconocimiento es parte de la estrategia conservadora contra el gobierno. La consigna es: conmigo o contra mí. La relación es de lealtad absoluta y subordinación. Desaparecieron los grises y no hay lugar para matices. El espacio público sólo se puede leer como una polarización infinita.
La relación entre medios y poder sigue bajo la lógica de premios y castigos; se presume que no hay censura, pero sí un hostigamiento permanente; los apoyos contra la pobreza se hacen sin intermediarios, pero la pobreza ha subido; se pretende cambiar el régimen electoral, pero hay sospecha de que habrá más control gubernamental sobre el INE.
México respira un clima envenenado de polarización, el gobierno tiene escasos resultados en materia de violencia y de combate a la pobreza, y el sistema de impartición de justicia está plagado de impunidad. Las dudas crecen todos los días entre la narrativa de AMLO y la realidad: ¿dónde está la transformación?
Investigador del CIESAS. @AzizNassif