Hace siete años participé en una investigación sobre la calidad de la ciudadanía en México, El Informe País (INE, Colmex, 2014) y las principales conclusiones apuntaron hacia tres características: la ciudadanía tiene desconfianza de la autoridad, está desencantada con los resultados democráticos y está desvinculada de redes sociales más allá de la familia. Hoy se dan a conocer los primeros resultados de lo que será un segundo informe país, basado en el nuevo estudio, “Encuesta Nacional de Cultura Cívica” (Encuci 2020, Inegi, INE, Segob).

Los primeros resultados abren varios dilemas y paradojas. La cultura política no es un proceso que se modifique en el corto plazo, a pesar de que puedan existir cambios. Entre las dos investigaciones se observan fuertes continuidades y también algunos cambios. Por ejemplo, se apoya a la democracia, pero hay mucha desconfianza de los partidos políticos; se valora mucho la identidad, ser mexicano, pero se expresan graves problemas de discriminación; se tiene confianza en las personas en general, pero hay una enorme desconfianza en los empleados de gobierno y servidores públicos; se valoran las libertades, pero hay un salto entre la de culto religioso (67.4%) y la libertad de expresión (31.4%); hay poca intermediación social para la resolución de problemas comunitarios y la mayor organización social se expresa en espacios religiosos y en las sociedades de padres de familia. Mucha continuidad.

La valoración positiva sobre la democracia es una constante, la mayoría prefiere un gobierno democrático, 69.2%, o un gobierno de técnicos, 62.2%, y sólo un 41.5% se inclina por uno con un líder fuerte, lo cual pone en cuestión ideas de corte populista, que hoy en día se usan mucho en el debate público con fines de insulto y descalificación, pero que explican poco lo que pasa en nuestro país. Se valora la democracia, pero un 64.5% considera que al gobierno no le interesa la opinión de la ciudadanía.

Sobre la confianza institucional existe un alto contraste, porque mientras 70% confía en las universidades públicas, sólo 21.8% confía en los partidos políticos. Es una tendencia que repite en los estudios sobre cultura política. Por esta razón se puede ver que hay una paradoja muy marcada en los mecanismos de participación, porque para 6 de cada diez personas (59.2%), es gracias a los partidos que se puede participar en la vida política. Sin embargo, la mitad de la ciudadanía (50.7%) considera que estas instituciones partidistas no sirven para nada. Quizá esta visión se relacione con el tema de que 6 de cada 10 personas no conoce a un intermediario para resolver problemas colectivos ante una autoridad.

Es interesante observar las preferencias de la ciudadanía sobre el país que desearían: 32.7% quiere menos pobreza, 20.4% un país más justo, luego 21.7% quiere más seguridad y 14.3% un país más igualitario.

Resulta contrastante observar que se valora mucho el voto como el mecanismo para que haya un mejor gobierno (8 de cada 10 personas), sin embargo, 6 de cada 10 consideran que hay libertad de voto y sólo 13.8% confía en servidores públicos.

Hay otros dos temas importantes, uno es el respeto a la legalidad, sin cambios sustanciales porque 6 de cada 10 consideran que la ley se respeta poco, pero, al mismo tiempo, más de la mitad considera que la corrupción se puede disminuir (53.9%), pero para 44.8% resulta poco o nada probable disminuir esas prácticas. El otro tema importante es la discriminación que se mantiene en altos niveles ya sea por la forma de vestir, el tono de piel, la clase social o el origen étnico.

En suma, nuestra cultura política se ha movido poco en estos siete años entre estos dos estudios, se mantiene la desconfianza en la autoridad y en los partidos, quizá hay menor desencanto, pero la desconexión social sigue vigente. Los núcleos duros de estas expresiones son difíciles de cambiar. Seguramente hacia allá apuntará el nuevo informe país sobre la calidad de la ciudadanía…

Investigador del CIESAS.
@AzizNassif

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