A la memoria de José Agustín Ortiz Pinchetti.

Las elecciones en Venezuela me han recordado mucho a las que tuvimos en México hasta antes de 1996, cuando se creó el IFE autónomo. En aquella época estudiábamos los mecanismos del fraude que sucedía cada vez que había una elección competida para enfrentar al partido hegemónico, el PRI. Había toda una cultura sobre las múltiples mañas y triquiñuelas de las que se valía el partidazo para violentar la voluntad popular. ¿Qué tan cerca está Venezuela del México de aquellos tiempos?

Varios de los presidentes de América Latina con credibilidad como AMLO, Lula y Petro, han pedido a Venezuela una publicación transparente de las actas de la elección. De la misma forma, otros se países se han subido a la ola y desde posiciones más extremas acusan de fraude, ante lo que Maduro respondió con la expulsión del personal diplomático. Son siete países que no reconocen los resultados oficiales: Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay.

Otros países ya han reconocido el triunfo opositor como Estados Unidos. Al mismo tiempo, hay otros países que apoyan el dudoso triunfo de Maduro, todos alineados ideológicamente con la República bolivariana del chavismo, como Cuba, Bolivia, Nicaragua, Honduras, China y Rusia.

El Centro Carter, fundado por el expresidente Jimmy Carter, es uno de los pocos organismos a los que se les permitió hacer observación del proceso electoral, incluso fue como invitado y ha declarado que: “La elección presidencial de Venezuela de 2024 no se adecuó a parámetros y estándares internacionales de integridad electoral y no puede ser considerada como democrática” (The Carter Center, 30 de julio 2024). Además, en un breve comunicado enumera un conjunto de irregularidades del siguiente tipo: a) se registraron “libertades restringidas” para actores, organizaciones y medios de comunicación; b) el registro electoral (padrón) estuvo plagado de irregularidades y trampas, con plazos muy cortos, pocos lugares para inscribirse, pobre información, y con restricciones amplias, sobre todo en el exterior, lo cual se tradujo en una escasa posibilidad de votar para millones de venezolanos que viven en el extranjero; c) el registro de partidos, dice el Centro Carter, estuvo sujeto a intervenciones judiciales; hubo discrecionalidad para el registro de candidaturas de la oposición; d) la campaña fue completamente desequilibrada en favor del oficialismo, con uso y abuso de recursos públicos y una enorme preponderancia en la cobertura mediática. La credibilidad de este centro surge de su experiencia, ha realizado observación electoral en 43 países con un total de 124 ejercicios. Por eso resulta extraño que algunos digan que no hay pruebas de fraude, como lo hizo AMLO.

Un sistema electoral en donde la oposición está impedida de ganar es inaceptable para cualquier democracia. Eso pasaba en nuestro país hasta que las reglas permitieron que hubiera condiciones de equidad en la competencia y se construyera un sistema competitivo, con posibilidades de alternancia. Para empezar, se necesita una autoridad con autonomía, y no la que tiene Venezuela con el Centro Nacional de Elecciones (CNE), parte del régimen chavista. Como ha comentado Pablo Stefanoni (Nueva Sociedad, julio de 2024), la diferencia entre Nicaragua y Venezuela es que Daniel Ortega ha encarcelado y/o expulsado a todos los liderazgos opositores y Maduro los hostiga, los descalifica y después los encarcela. Así funcionan las dictaduras en estos dos países.

El ambiente se ha ido calentando, las protestas de la oposición crecen, los primeros días se registraron una docena de muertes y más de 700 arrestos en ese lastimado país. La oposición ha logrado recuperar y publicar 81% de las actas en donde se demuestra que Edmundo González Urrutia ganó con 67% y Maduro sólo obtuvo 30.4%. En caso de que esta versión se corrobore, se podrá entender el tamaño del fraude.

Muchos actores internacionales piden transparencia y la publicación de las actas, pero es como pedir peras al olmo. La elección en Venezuela huele a fraude a mil kilómetros de distancia, y el futuro, desafortunadamente, sabe a un grave conflicto que puede terminar en una crisis de represión y violencia…

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