A pesar de que era previsible que en estas elecciones se daría un efecto múltiple y concentrado de la polarización por la que atraviesa el país, cada día que pasa los detalles, las tendencias y las mediciones del proceso suben la temperatura política. Pero las novedades, las decenas de historias cotidianas, la tragedia de la línea 12 del metro, la batalla de AMLO contra las organizaciones a las que declaró como sus adversarias, han empezado a cambiar el clima de la campaña.
AMLO rompe las reglas del juego y diariamente se mete a la campaña en sus mañaneras, habla de logros y descalifica a candidatos de oposición. De forma sistemática ha concentrado sus criticas en el INE, es su favorito, y ya metió en la misma bolsa al Tribunal Electoral.
Las campañas electorales han empezado poco a poco a mover las tendencias, y en varios casos ya expresan cambios importantes. Lo que hace unos meses parecía que el 6 de junio sería un día de campo para Morena, se ha vuelto un escenario complicado. Como ejemplos están las gubernaturas de Nuevo León y Campeche, en donde las dos candidatas (Clara Luz y Layda) se han ido al tercer sitio de preferencias. En otros estados la oposición panista se ha fortalecido, principalmente en Querétaro y Baja California Sur, sin dejar de lado Chihuahua, donde su candidata sigue arriba con posibilidades de ganar.
A pesar de que se cruzan las elecciones locales y las federales, hay una lógica diferente en cada competencia. La federal será una elección de partidos, en donde los aparatos partidistas, operados por maquinarias y los gobernadores, producirán los votos. Las locales serán contiendas más personalizadas en donde cada historia será la que defina el resultado. Tal vez en este contraste existan cruces, votos concurrentes o divididos. Sin embargo, se puede observar una tensión entre las partes: un enorme desprestigio de los partidos, que tampoco es una novedad, pero ahora se acompaña de una degradación mayor, un gran “chapulineo” y mucho oportunismo. Políticos que saltan de partido en partido, hasta borrar cualquier identidad política que haga la mínima diferencia. La 4T quiere mantener su mayoría para seguir con su agenda presidencial y las oposiciones quieren frenar al presidente. Esa oposición, casi plebiscitaria, determinará el resultado.
A diferencia de las elecciones de 2018, donde había un referéndum, entre AMLO o más PRIAN, ahora predominan lógicas y formatos diversos en el tablero. En mediciones recientes se puede observar que hay al menos ocho estados en donde Morena lleva la delantera (Baja California, Guerrero, Colima, Nayarit, Sinaloa, Tlaxcala, Sonora y Zacatecas); el PAN en tres (Querétaro, Baja California Sur y Chihuahua); el Verde en uno (SLP) y tres están en un nivel de alta competencia, Nuevo León entre PRI y MC, Campeche entre la alianza Va por México y MC, y Michoacán, entre MC y Morena. En 11 de las 15 gubernaturas hay una competencia de tipo bipartidista (con las alianzas); en dos hay un formato de partido dominante y en otros dos hay un multipartidismo. La alianza opositora del PRI, PAN y PRD va en 11 estados y en siete casos Morena va en alianza con su coalición de PT y PVEM, en otros seis va solo. Cuando se observa la intención del voto en las cinco circunscripciones electorales en las que se divide el país, se ve que AMLO y Morena son muy fuertes en la 3 y 4, pero en el norte y occidente, circunscripciones 1, 2 y 5, ha bajado el apoyo al presidente, por eso puede haber una baja importante en el voto para el partido gobernante (El Financiero, 3 y 4 de mayo de 2021).
La composición de la Cámara de diputados y el nivel de participación son dos interrogantes de estos comicios. La llamada ‘elección más grande’, está enmarcada en la grave crisis que ha provocado la pandemia de la Covid-19. A 25 días de los comicios veremos cómo diariamente se profundizará la polarización, y después del 6 de junio, independientemente de triunfos y derrotas, empezará la sucesión del 2024. ¡Qué país!
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif