Los expertos vaticinan incrementos de ansiedad y depresión por partes iguales cuando “regresemos a la normalidad”. Esto implica un descenso en la productividad, pero también un factor crucial de incertidumbre y desánimo.
Para seguir adelante, las empresas necesitaron abrazar su misión y compartirla con los stakeholders de la compañía. Dependió de recordar y honrar el propósito empresarial que la firma se mantuviera a flote. Sin embargo, en este momento aparece una noción creciente de incertidumbre que paraliza proyectos y posterga la puesta en marcha de ideas y soluciones. Es un peligroso “impasse” que limita el poder de resiliencia organizacional.
Para algunos aparece como un ánimo “pesaroso” atribuido a duelos generalizados y sensación de pérdidas de seres queridos y oportunidades. Otros aseguran que es un cansancio atribuido a las incesantes reuniones por zoom y la adopción de nuevas maneras de trabajar. Pero la sombra de agotamiento, llámese como se llame, está ahí y afecta al 7 de cada 10 profesionistas en México en este momento.
Ante esto, es conveniente asumir un programa de rescate de valores. Es decir, volver a conectarse con lo que realmente aprecia cada uno de nosotros.
Esto permitirá romper el estado reactivo en el que estuvimos involucrados durante el 2020. Para ello deben revisarse los valores no sólo corporativos sino individuales. La pregunta crucial es determinar ¿qué es importante para mi? Cuando una persona logra aclararlo, obtiene control y empoderamiento.
Una técnica común para lograrlo es recordar minuciosamente los detalles de experiencias gratificantes, de aquellas en las que se lograron sentimientos de alineación, vigor y conexión, hechos en los que se tuvo la mejor percepción de uno mismo.
También es recomendable compartir la experiencia con otra persona, escribir los detalles y encontrar qué valores se reflejan en ese relato. Es recomendable reducir la lista de valores a los cinco a diez que más profundamente resuenan en uno y usar una escala de uno a diez para analizar cómo se honra actualmente cada uno de ellos.
Una vez identificados esos dones esenciales, se deben tomar medidas tanto inmediatas como durante el próximo año para fomentar la expresión de ellos en la vida. Si se desea impulsar la creatividad, por ejemplo, buscar nuevos conocimientos en libros, podcasts o clases virtuales y acudir a dónde le lleva la nueva visión del sentido de la propia vida.
En el Popol Vuh el consejo es “ve a donde te lleve el corazón”. Y aquí ampliaríamos el consejo a haz lo que te llene de ilusión, comparte con quienes quieres, no postergues la felicidad.
Así, es posible comenzar a escribir un blog para compartir ideas y trabajar para adoptar emociones más positivas, como la gratitud y la inspiración. Ambas ayudan a ampliar el pensamiento de una persona, lo que le permite ver más posibilidades y pensar de manera más creativa.
Es momento entonces de imaginar el futuro. Visualizar la meta a la que se desea llegar. Estar ahí ¿qué obstáculos se debieron sortear?
Una vez identificados los valores fundamentales e imaginado su futuro, es el momento de concentrarse en micro-acciones que conduzcan a un logro contundente. “Un paso a la vez” resume esta acción que debe alimentarse de una gratificación hacia nosotros mismos.
Autor e investigador de innovación y liderazgo.