Todos conocemos esta historia: cuando apareció la crisis por la pandemia del Covid-19 sólo quienes actuaron rápidamente lograron mantenerse en el mercado e incluso perfilaron crecimientos en su participación de mercado. Sin embargo, un gran porcentaje de empresarios se encontraron ante un gran caos interno e incertidumbre que les amarró pies y manos. Las empresas cerraron.
Así, nuevamente aparecen lecciones de vida que aseguran que los sobrevivientes de una crisis no son los más aptos, sino los que reaccionan más rápido.
¿Qué pasa en el mundo del trabajo? Sólo el 17% de las compañías cuentan con planes de acción ante una contingencia. Las demás aún planean como derrumbar los silos empresariales y minimizar la burocracia de sus procesos.
Sin embargo, ante la complejidad del entorno sólo se requiere simpleza. Así, en todos los sectores económicos se populariza la gestión empresarial del seis o diamante. Se trata de un modelo que reúne lo mejor del liderazgo colaborativo y contextual. Consta de seis elementos de actuación.
Alineación.
Implica equilibrio y simetría. Es decir, que el líder y los miembros de su equipo de trabajo tengan claro su objetivo y prioridades para consolidarlo. Su misión es la misma, pero también sus valores. Esto genera un liderazgo real, con una mayor visibilidad y control sobre lo que tiene que cambiar para generar equilibrio y compromiso por parte de los colaboradores. El primer paso, entonces, es reducir el número de niveles organizativos que hay, para que sea más fácil conseguir que algo suceda.
Claridad.
Desdeñar la burocracia y volver a los clientes es la tarea prioritaria. También el establecer cómo cada persona puede contribuir al éxito empresarial con trabajo digno, duro y honesto. Se trata de “personalizar” cada puesto de trabajo y rebasar la visión de personas como engranajes. Implica el auto cuestionamiento sobre qué tan claro es un concepto/misión o tarea para uno mismo.
Colaboración
. Está estrechamente entrelazado con la comunidad. Por ejemplo, transformar la capacitación en habilidades de colaboración. En algunos sectores económicos, por ejemplo, se emplean comunidades informales que apoyas algunas áreas empresariales y este método demuestra que se mejora significativamente el rendimiento del equipo. El nuevo modelo de trabajo híbrido requerirá que los gerentes tengan altos grados de alfabetización emocional para que puedan motivar a las personas de manera presencial o remota.
Facilidad.
Conviene revalorar los atajos mentales que hacemos para ayudar a resolver problemas complejos cuando nos enfrentamos a información incompleta. En general se tiende a desdeñar lo fácil y se obnubila el conocimiento mediante procesos tortuosos y lentos.
Productividad.
Sin importar la definición y manera en la que ésta se mide en la organización, la productividad, el qué haces, es la fuente primordial de la empresa. Así, cada unidad de la compañía debe establecer qué hacen y cómo evaluar si se cumple o no el objetivo de área.
El tiempo.
Tras el Covid-19 termina el concepto de trabajo como mera presencia física establecido como un númer predeterminado de horas “en el trabajo”. A raíz del auge del teletrabajo, la noción de trabajo ahora es una causa y no un lugar. La gestión de tiempo se vuelve relevante porque muchos ignoran en qué momento deben dejar de trabajar. Conviene entonces establecer metas de desempeño y no horarios inamovibles.
En sí, ahora sabemos que la complejidad es inevitable, pero cada vez más necesitamos cortar y desarrollar nuevas costumbres, culturas y prácticas para evitar movernos en una maraña incomprensible de misiones, trabas y procesos que abonan a la incertidumbre y dificultan el desarrollo empresarial/ laboral.