Papalotl corner/Esquina mariposa es una obra participante en el concurso de teatro Salvador Novo que convocó alguna vez EDIMUSA (Editores Mexicanos Unidos, S.A.). ¿Por qué tenían que ser las obras de teatro de tema gay (así se le decía antes generalizando) en aquellos momentos? No sé. Quizá por el nombre del santo patrono de la Literatura con que se bautizó el concurso. Quizá. El caso es que, a pesar de ser una obra con tema fuerte, muy fuerte aun para los tiempos actuales, el autor Pedro Cassanova no ganó el certamen.
Lo ganó el maestro Tomás Urtusástegui con su obra ¿Huele a gas?, que trataba sobre otras demoliciones sociales. Pero vamos al tema. Papalotl corner trata sobre una de las primeras marchas gays, aquellas perseguidas por la policía, por los políticos, por la sociedad entera que veía aterrada el desfile.
Aun no existían los colores de la bandera ni las instituciones de DH. Aun cuando existieron después, estas últimas delimitaban su competencia. La injusticia permeaba sobre los habitantes del ahora llamado LGBT+. En Chiapas hubo una cacería de chicos. Los torturaban, los mataban, los arrojaban en páramos desolados. La enorme ciudad de México no era la excepción. Claro, el mariposado no se quedaba quieto. Hubo defensoras de los DH como Nancy Cárdenas que, específicamente, trataba a cada rato los abusos del Poder, de la sociedad, del mismo conato. O Denisse Mercado, de quien hablaremos más adelante.
Entonces apareció esta mala obra. Mala dramáticamente hablando. Mala porque el Jurado del certamen, viendo la oleada de obras con el tema maldito, censuró todas ellas y dio premios a quienes creyeron que respetaban la visión del respetable. Me inclino a decir que es algo mejor que la obra que nos ocupa, pero la preferencia ganó al dramaturgo. Papalotl corner es ese momento incómodo que hace al espectador saltar de la butaca. Las escenas, violentas a cuál más, se sacian en lo veraz y lo grotesco.
Los implicados, y no, en la marcha, ofrecen su posición no solo moral sino erótica o ética. La sexualidad permea toda la obra. El dramaturgo merecía mejor suerte, creo. Las escenas donde el travesti se va con una viejita que le dice que tiene que contarle algo. Al parecer, la viejita no entiende que su coptado no es mujer. Al llegar a la casa de la viejita, la sorpresa es amplia porque el “algo” es un gorila con el que la mujer mantiene (mantenía) relaciones sexuales.
Al no poder ya satisfacer a su amor, la viejita se da a la tarea de conseguirle mujeres. Claro, el secuestrado no es mujer. Eso parece no importarle a la viejita. Ni al gorila tampoco, al parecer.
Las otras escenas son igualmente feroces. Los dos machos que se burlan de la marcha, se van a tomar unos tragos y terminan en el hotel. Ahí, uno se desata, nunca dice que tiene sentimientos homosexuales. Pero los tiene. Quiere seducir a su compañero. Los sombreros tejanos vuelan, los pantalones de mezclilla, las botas, las pistolas. Los dos machos se dan besos ensalivándose los bigotones, demostrándose un cariño soez, pidongo, proletario. El problema eterno del machismo mexicano es cuando llega la decisión, ¿quién va primero? Y ahí es donde la tunca tuerce el rabo, dicen por allá en Tabasco.
Hay escenas donde Cassanova impone un sentimentalismo agraciado, de Romeo y Julieta casi. Como queriendo suavizar los excesos. Pero pasemos a otro balcón del mismo tema.
Los tiempos cambian. Esta obra que no ganó un certamen, que era denuncia de la vejación de DH más elemental del ámbito mexicano, que fue postergada al cajón de los recuerdos, cuando los escritorios de madera o metal tenían uno, ahora pareciera regresar por sus fueros. La última marcha, ahora sí bien identificada con las silgas LGBT+ y la bandera del arcoíris, fue motivo de análisis, frescura, dinamismo, aceptación e inclusividad. Algo cambió en estos 40 años. Los seres humanos somos más tolerantes o menos canijos. Las familias ven con gusto (no lo creo) la elección de preferencias sexuales o la comunidad LGBT+ triunfó.
Cual sea la respuesta a estos interrogantes, el caso es que muchos artistas se unen a la marcha porque saben que habrá reflector, y un actor o actriz de la teleemisora que sea, sabe que nunca nunca debe perderse un reflector. Sobre todo, si no lo pagan de su bolsa.
La aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo comenzó en el país en 2010, siendo Ciudad de México el primer estado que aceptó esta ley. En los últimos meses, el avance por el matrimonio igualitario ha crecido. Ese año, siete estados aprobaron la medida. Denisse Mercado Palacio, activista de los derechos LGBT+, admite que, aunque Tamaulipas fue el último en aprobar esta normativa, sigue siendo una buena noticia.
“Por fin estamos celebrando el amor, nuestros derechos, por fin estamos en el lado correcto de la historia”, dijo Denisse Mercado Palacio, activista de los derechos LGBTQ+ en Tamaulipas.
Y no es de despreciar un adelanto como este. Sin ganas de discutir. Pero el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. ¿Fue realmente una graciosa y desinteresada dádiva de legisladores y gobierno de la CDMX? O fue el gancho electoral.
En 2010 el gobernador de la Ciudad de México era Marcelo Ebrard Casaubon que con este acto pasó a la Historia como un político de vanguardia, un hombre de estatura moral de gran tono. Curiosamente, hay un dato que empaña esta decisión. Una de las listas nominales electorales de mayor confluencia de la comunidad en comento, es precisamente la de la CDMX. ¿Cuál fue la causa entonces? Pareciera uno de esos anzuelos electorales que se dan en forma despiadada en nuestro país.
Claro, al venir de un hombre de avanzados cimientos culturales como el entonces gobernador, no vamos a hablar de despensas, gorras, láminas o sillas de ruedas. Esa ley tan esperada por LGBT+, esa que pedían a gritos, esa que los amañados politiqueros de otros partidos no quisieron, pudieron, supieron darles, al serles otorgada era ya alpiste en el piquito atemporal de la comunidad LGBT+. La elección del año 2012, fue ganada, ¿adivinamos por quién?
Dejo estos datos por aquí, y como dicen en las redes sociales, me iré tranquilamente digo, ya para finalizar.
Fue en 1979 cuando se presentaron en México los primeros movimientos y marchas de lo que en la actualidad se conoce como el Orgullo LGBT+, esto a raíz de la conmemoración de los diez años del movimiento estudiantil, por lo que ese hecho, la contracultura, la nueva izquierda, el tercermundismo, la revolución cubana y el movimiento de revolución homosexual argentino fueron los que influyeron en nuestro país.