Es como una película de terror. El monstruo está destruido, los héroes festejan, la humanidad está a salvo. Todo es alegría. Los muy inteligentes mercadólogos (que no el guionista o el director) tienen ya un as bajo la manga. Al final de los créditos, se ve una lucecita, ahí donde quedó el germen del monstruo. La lucecita brilla, se enciende y apaga. De pronto, irrumpe en la pantalla un monstruo más joven, renovado, vengador. El espectador verá pronto en cines, el anuncio de la secuela “El regreso del monstruo”. Punto y aparte.
La emergencia sanitaria por la pandemia de COVID-19 ha terminado, anunció la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El anuncio se produce más de tres años después de que la organización declarara la enfermedad de coronavirus una "emergencia sanitaria global", el nivel de alerta más alto de la OMS.
¿Es este entonces el final de la película? ¿O es el anuncio de la secuela? No lo sabremos hasta verla. Terrorífico anuncio. El caso es que, después de tres años de sustos, tres años en los que murieron muchos amigos, parientes, conocidos, el COVID-19 regresa a ser ese virus que se asomó una tarde después de que un chino comió una sopa de murciélago. Todo indica que esta película apenas va por el capitulo 1. No es por crear pánico pero hay cinta que tienen hasta 6 partes.
Eso sí, la OMS señaló que a pesar de que la fase de emergencia ha terminado, la pandemia no ha llegado a su fin. ¿Entonces? La producción del próximo encierro está siendo preparado, al parecer. Ese será el capítulo 2. Un mal chiste cuenta que un paciente dijo que ahora sí, con la vacuna 123, ya no nos contagiaríamos del mal. El mal, sin embargo, parece tener otra idea. Se refuerza, dicen unos. Se mantiene, dicen otros. No cede, dicen los más.
Otros rezan, otros se dan a la vida contemplativa cuando no a la vida prángana. Es un caso curioso. Después de las grandes epidemias de la Humanidad, la de Londres (1347-1351) la de cólera en México, 1833. Lo cierto es que el COVID ha desplazado a esas enfermedades contagiosas. Por
ejemplo, SIDA, resfriado común, ébola, herpes, gripe, sarampión, varicela y algunas otras.
Es ese punto con el que la modernidad no contaba. Parodiando lo serio, el siglo XXI comenzó en 2020. Las dos décadas anteriores fueron un ensayo que no entrenamiento. El ensayo es para perfeccionar la actuación. Eso fue lo que se dio desde 2000. Preocupados porque las computadoras no tenían capacidad para reconocer un doble cero, descuidamos eso que llaman salud y que aporta el viejo y conocido refrán, La salud es primero. Me explico. El contagio dejó de ser una preocupación cuando la humanidad vio que se controló. Nadie quiso pensar que China tuvo otros planes. Lo real es que la OMS ha declarado el fin del COVID, mas no de la pandemia. ¿Cómo es esto?
Lo peor que cualquier país puede hacer ahora es usar esta noticia como una razón para bajar la guardia, desmantelar los sistemas que ha construido o enviar el mensaje a su gente de que la COVID-19 no es motivo de preocupación, cosa que embona muy bien con el carácter mexicano. Ya pasó, no dolió, fue nomás tantito. Despreocupado nuestro país, exento de ese mal que embozaló, apartó, extinguió una buena parte de la población, aunque el Gobierno de la república minimizara desde un principio los casos. La OMS dio carpetazo. México, muy obediente para estos trances, da ya por terminada la pandemia, así sin percatarse de los matices.
Ejemplo de lo anterior tenemos en los hermosos power points que el subsecretario López Gattel hizo señalando que se esperaban apenas 6000 muertes. La cifra real rebasó con muchísimo los augurios del doctor de la mañanera. Nunca sabremos realmente cuántos decesos hubo, cuántos muertos y aunque parezca redundante, cuántos no se dijeron o se contaron.
La organización recordó los altos niveles de la enfermedad que se han presentado recientemente en el sudeste asiático y Medio Oriente. Señaló que miles de personas siguen muriendo por el virus cada semana.
Según la OMS, la tasa de muerte por el virus se ha reducido de un número máximo de 100.000 personas a la semana en enero de 2021 a poco más de 3.500 el 24 de abril pasado.
Esperaremos, con el cubrebocas a mano, el paracetamol o el té de guayaba en el buró y un emolumento para las plataformas de películas, documentales, series de TV, antiguas y modernas, para el siguiente encierro que, esperamos, no sea eterno y configure el fin de los tiempos. Como decía el locutor Pedro Ferriz Santacruz, No sabremos si reír, llorar o ponernos a rezar. Algo parecido.