Académicos, especialistas, columnistas y analistas nacionales e internacionales observan con preocupación el empecinamiento del titular del ejecutivo federal por, en los hechos, desaparecer al Instituto Nacional Electoral (INE) y sustituirlo por otro organismo llamado, pomposamente, Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC), el cual estaría compuesto por 7 consejeros que, de acuerdo a la “gran idea” del presidente mexicano, serían elegidos por el pueblo.

La democracia hay que oponerla, afirma -Alain Touraine- frente a quien, en nombre de las luchas democráticas antiguas, se constituyeron y siguen constituyéndose en los servidores del absolutismo y la intolerancia. Hoy vemos con incredulidad que lo que costó más de 70 años construir, López Obrador pretende borrarlo de un plumazo para instaurar un órgano electoral “a modo” que responda únicamente a los caprichos de un gobernante que cada vez está más desesperado por dejar una huella -cualquiera- en la historia de nuestro país.

En los últimos 45 años, México ha tenido 8 reformas electorales y el mérito de las más recientes se debe al empuje y reclamo de los partidos políticos de oposición y la ciudadanía, que exigieron que el gobierno sacara las manos, que los procesos electorales fuesen de y para los ciudadanos. No es casual que después de la “caída del sistema” de 1988 se haya realizado una reforma acorde a lo que pedía la oposición. Años más tarde, ese mismo sistema abierto, democrático y ciudadano dio legalidad al triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

El INE, siendo uno de los órganos autónomos más vigilados por partidos, organizaciones y ciudadanos, gracias al trabajo impecable de quienes han estado y están al frente del mismo, se ha ganado la confianza, el respeto y la credibilidad de propios y extraños. Tanta legitimidad tiene, que la credencial de elector es el documento oficial de identificación y está validada por prácticamente todas las instituciones públicas y privadas. Actualmente, más de 90 millones de ciudadanos están registrados en el Padrón Electoral.

El INE y el Tribunal Electoral del PJF se han constituido en los verdaderos garantes de la democracia en México. El presidente ha instruido a sus huestes de la 65 Legislatura para que aprueben, lo más pronto posible, su iniciativa de reforma electoral, con la que se pretende modificar 18 artículos constitucionales y 7 transitorios para “abaratar” la burocracia electoral. Lo cierto es que lo que abaratará es la democracia misma. ¡Ojo! Lo barato sale caro.

Si legisladores de Morena y PRI con su impresentable “líder”, Alejandro Moreno, se arrodillan ante el presidente, se abrirá una caja de Pandora cuyos estragos pagarán -y muy caro- los mexicanos. No presidente, el autoritarismo ya no tiene cabida en México. Nuestra democracia la hemos forjado con demasiado esfuerzo, sudor, sangre y lágrimas, como para que alguien venga a querer arrebatárnosla creyendo que nos quedaremos de brazos cruzados.

No creo exagerar. Citando al propio AMLO en mítines al referirse a sus adversarios: “Les cuestiono con todo respeto, pero siempre con la espada desenvainada”. Guardemos la espada, presidente. Elijamos la razón. Difícil. No imposible.

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