Las mujeres fueron, desde la primera propuesta presupuestal de este gobierno, quienes descarrilaron la agenda que día con día imponía en sus cotidianas mañaneras el presidente más retrógrada con el movimiento feminista de las últimas décadas, Andrés Manuel López Obrador.
Activistas de antes y ahora, vieron atónitas el derrumbe de logros con mucha dificultad alcanzados, como la desaparición de estancias infantiles y escuelas de tiempo completo, las casas de atención para mujeres indígenas en situación de violencia y los apoyos a organizaciones de la sociedad civil que apoyan tratamientos contra el cáncer de mama, cervicouterino y trasplantes de riñón, entre muchas otras. Con mucha dificultad rescataron el presupuesto a refugios para mujeres violentadas, suerte que no han corrido los programas de atención a la violencia de género, a la atención de salud sexual y reproductiva o a los hijos de madres trabajadoras, que -como otros- han disminuido año con año.
Las mujeres, en aquel parteaguas que fue la marcha del #8M y “el nueve nadie se mueve” de 2020, levantaron la voz y se encarnaron en política pública, entendieron muy bien que son fuerza, poder y destino de México; le hablaron a los ojos al presidente y a su misoginia, pero también les hablaron y exigieron a las sumisas mujeres de la 4T, a las otrora feministas de vanguardia. Ellas que hoy, bajo el mando del patriarca, callan ante el machismo cotidiano reflejado entre otras acciones, en querer a toda costa imponer un violador como gobernador y otro como embajador. No procedieron tales aberraciones por el coraje, el muro de opinión pública y el rechazo de la sociedad completa. El macho dobló entonces pero lo cobra caro.
Once al día que no regresarán a casa, cientos de miles que sufren violencias de todo tipo, millones que no ganan lo mismo que un hombre por el mismo trabajo, millones más que ni siquiera pueden estudiar o trabajar resignadas a que un macho les cante el dinero y las sobaje porque “tu no trabajas y yo pago”; y el presidente…con su socarrona risa y nula atención.
Este ocho de marzo hubo cambios en la marcha. Las jóvenes toman la estafeta; cientos de miles marcharon en todo el país y llenaron las plazas, rompieron los muros, sufrieron agresiones de la autoridad con tanquetas de agua, policías violentos, gases lacrimógenos. Para ellas no hubo abrazos; para ellas, las catalogadas por el ejército como peligro nacional, hubo rechazo y miedo.
El miedo es tan claro que ni una mención el día nueve en la mañanera a quienes marcharon; como aquél a quien odia tanto y de quien aprendió: “ni los veo ni los oigo”; de hecho, en confirmación a su poder, trató condescendientemente a la secretaria de seguridad y todas las mujeres de la 4T bailaron a su son. Hasta la corcholata favorita estimó 90,000 en la marcha, pero eso sí, repartidas en contingentes que duraron más de seis horas. Todo con tal de no decir 100,000 asistentes; no vaya a ser que la gente exija al dictador cumplir su palabra de irse a Palenque sin chistar.
Tenemos un presidente miope, ignorante y lejano de las causas de las mujeres. Ellas en cambio, contestan saliendo cada año en más número y más exigencia. Las mujeres se han convertido, sin duda alguna, en el Waterloo del dictador…al tiempo.