Al parecer, con los sesenta y tantos porcientos de popularidad, el presidente siente que tiene margen para darse lujitos como ir a Badiraguato, así como quien va a Acapulco de vacaciones y no tener consecuencia alguna.

Citando a Joan Manuel Serrat, no es que sea triste la verdad, lo que no tiene es remedio y esta realidad económica, social y política se va imponiendo como la humedad…poco a poquito, en cada kilo de tortilla de casi 21 pesos, en cada uno de los mas de 230,000 asesinados y desaparecidos en el sexenio, que han dejado lágrimas, desesperación y ausencia en los hogares.

Por si lo anterior fuese poco, dentro del presupuesto que se votará en unos días se incluyó el inminente peligro de perder el ahorro de los trabajadores que por mas de 30 años han ido juntando con la esperanza de tener una pensión, que el gobierno juró guardar en las AFORES como Santo Grial y que en lo que nos enteramos que ya viene navidad, a dedazo puro de sus fieles corifeos en el congreso, correrá con la misma suerte que los fondos de estabilización petrolera o los fideicomisos…¡puff! Desaparecidos.

Así pues, es mas que evidente que lo que el gobierno AMLOísta necesita y hará, está tan alejado de las necesidades del pueblo bueno como la eficiencia del AIFA o la refinación en Dos Bocas. Puros sueños guajiros y tropicales, así como él.

En la aprobación ciega del Presupuesto de Egresos de la Federación 2023, se hará evidente que lo que a él en realidad le interesa son sus programas electorales (¡ah!, no, esperen, se dice de asistencia social) y sus únicos tres proyectos de infraestructura: Seguir metiendo dinero bueno (y escaso) al malo en la perennemente inundada Refinería de Dos Bocas (que por cierto, el mar algún día reclamará como suya por aquello de que el mar es el mar así como para AMLO la ley es la ley), el siempre inconcluso Trenecito Maya cuyos fondos se tercerizarán a través del muy sorprendido Miguel Torruco (ya se hacía él con dinero para promover el turismo…ternurita); y el canal transístimico, único proyecto que si se hubiese planeado bien habría atraído sin duda esa derrama económica de la que actualmente sigue y seguirá gozando Panamá.

Todo lo anterior…inseguridad, inflación galopante, peligro de perder las pensiones, dedicar solo catorce pesos por mujer y presupuesto tirado en caprichos en lugar de invertido en medicinas para el cáncer de niños y grandes, enfermedades catastróficas, educación, estancias infantiles, promoción de inversión y todas esas políticas públicas que aplican países desarrollados como Dinamarca (ese país que tanto menciona el presidente como referente y que segura estoy jamás ha visitado siquiera), son los ingredientes de la bomba que abrirá los ojos de los hasta hoy fieles seguidores del mesías tropical (nunca mote mejor puesto).

Ya nomás falta que quienes integran la -muy flaquita- oposición, vean lo evidente y conviertan esos seguidores en ciudadanos conscientes y en electores que antes salieron a votar para exigir sus derechos…claro, si es que en ese entonces aun existe el INE; pero eso…diría la nana Goya, es otra historia.

Viene 2024; o el presidente se da cuenta como en su momento Bill Clinton que “es la economía, estúpido”, o cualquier cosa puede suceder…inclusive que, para sostener el orden social como Salinas la economía, con alfileres, llegue -como ya lo sentenció el secretario de gobernación- un militar al poder.

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