La imagen, me dijo un día el teórico Javier Covarrubias, “es la expresión externa de nuestra memoria y por ello, una evidente necesidad cultural”. Hoy, como nunca, vivimos con la mirada clavada en las pantallas y hay una preferencia, casi adictiva, por privilegiar la realidad en su representación. En bares y restaurantes, aunque el audio esté apagado, nos rodean televisiones encendidas. En conciertos masivos, las audiencias miran a las pantallas antes que al artista que tienen enfrente. En el entorno digital, las selfies y las imágenes digitales circulan con prisa y pierden rápidamente la atención de los usuarios, siempre ávidos de novedades en tiempo real.
En medio de ese vértigo digital, el nuevo libro ViceVersa. La historia de la revista contada por sus fotos (Cataria ediciones), de Fernando Fernández, resulta una bella osadía impresa. Igual que la de los contenidos de la emblemática revista que fundó y dirigió este poeta y ensayista de 1992 a 2001. Cabe recordar que en la misma década nacieron Cuartoscuro, de Pedro Valtierra; Luna Córnea, de Pablo Ortiz Monasterio, y el sitio Zonezero, de Pedro Meyer, mientras se consolidaba Fotoseptiembre al igual que la Bienal de Fotografía y la de Fotoperiodismo. Que todo esto sucediera en los años 90 no es una casualidad sino un reflejo. Por un lado, del lugar cada vez más luminoso del movimiento fotográfico en la cultura mexicana. Y por el otro, de la omnipresencia de la imagen en la vida diaria de la sociedad en el umbral hacia el siglo XXI.
Hoy, frente a un mar de publicaciones digitales con obsolescencia programada, hay una tendencia a la edición de libros impresos que le apuestan a la calidad y a la belleza. Como ViceVersa, que invita a disfrutar sin prisa, no solo fotos ya icónicas en nuestro imaginario, sino múltiples historias inéditas en la memoria cultural de este país.
Porque este libro cuenta la historia de una revista que, según Jesús Silva Herzog, estaría colocada, en los estantes noventeros, entre Vanity Fair y Vuelta. Pero, como afirma en su “Presentación” Fernanda Solorzano, si bien la calidad de las fotos bastaba para elaborar un librazo, Fernando Fernández fue más lejos. Y escribió los secretos detrás de cada imagen, el contexto, las aventuras, la elección de los temas. Documenta el carácter lúdico y libre de sus propuestas editoriales, los momentos más creativos y memorables y también los más complicados. Narra el camino hacia el retrato de Rulfo, Paz o Mike Jagger, pero también al de Borges, Toledo y Fuentes, Julio Scherer o Bowie, Elena Poniatowska y María Sabina o Sasha Soköl y Miguel Bosé.
Ningún retrato de personalidades —del mundo de las letras, el cine, las artes escénicas, la cultura popular, la arquitectura y la pintura, los movimientos sociales, o el rock— se presenta aislado. Son parte de un concepto, un portafolio de autor, una historia. Pero los verdaderos protagonistas del libro son las y los fotógrafos.
Viceversa defendió siempre las múltiples y variadas interpretaciones posibles de la realidad. De ahí que, en el libro, la fotografía artística y la documental van de la mano. Están Álvarez Bravo y Marco Antonio Cruz, Juan Miranda y Rogelio Cuéllar, Graciela Iturbide y Adolfo Pérez Buitrón, Fernando Aceves y Eniac Martínez, Armando Salas Portugal y Laureana Toledo, Gerardo Suter… un centenar de cámaras libres haciendo lo suyo.
ViceVersa es un libro de fotos y un documento que nos recuerda la importancia de los archivos fotográficos en el ejercicio de la memoria. Lo que Fernando Fernández supo ver cuando abrió el tesoro contenido en cinco cajas guardadas durante 20 años.