Dice Boaventura de Sousa que la cultura va por dos vías: la acomodacióny la resistencia. Recién había leído que la nueva universidad eCampus ofrece ya la carrera de Influencer en redes sociales, cuando escuché el discurso de Armando de la Cruz Cortés, abogado indígena chontal, mientras recibía un reconocimiento al liderazgo social.
La nueva especialidad que imparte la universidad en línea responde a “los cada día más lucrativos contratos” que ofrecen empresas de marketing a “líderes digitales” (blogueros, instagramers, youtubers) con numerosos seguidores. Consejos para quienes desean ser Influencers, según la misma nota, de Bloomberg: tener un “propósito social” en redes sociales, por ejemplo, la defensa “de una causa ecológica”. Otro es que luego de posicionarse en Internet, el líder migre a otras plataformas en las que extienda su influencia: “(…) escribiendo un libro, hablando en radio, en una gira de su show en varios auditorios (…)”. Y más: “De nada servirá que tu contenido sea muy bueno y ver crecer tus números si no entiendes que tu producto es un negocio y que tú, como líder digital, eres una marca”.
En palabras de Margo Glantz: “Hemos convertido la rebeldía en marketing”.
Del otro lado del glamur, hay líderes sociales como Armando de la Cruz. Lo escuché durante la XXXI entrega de los Premios Compartir que otorga la Fundación Manuel Arango cada año a proyectos de la sociedad civil organizada. En menos de 10 minutos, el abogado oaxaqueño sacudió conciencias, incomodó a algunos e hizo pensar a todos. Su herramienta: la voz y la palabra. Su estrategia: integración de redes comunitarias por la justicia. Su plataforma: la dignidad.
Lo que lo mueve: “(…) En este camino me fui dando cuenta de cosas que no armonizan la vida: la concentración de la riqueza en unos pocos a costa de los muchos; la creación de leyes que obedecen a los intereses económicos de unos cuantos; el despojo de los derechos y la pérdida de la dignidad humana; la disputa en nuestros territorios y la imposición de medidas privativas para olvidar el sentido colectivo. Esto no ha cambiado a pesar del esfuerzo de hombres y mujeres que sueñan diferente. Allá desaparecen estudiantes, aquí nos matan a defensoras y defensores de los derechos humanos y del territorio. Amanece y más mujeres son asesinadas elevando el número de feminicidios. Más allá los periodistas son desaparecidos, (…) reina la impunidad”.
Nació en San Miguel Chongos, municipio de San Carlos Yautepec, Oaxaca, en 1974, estudió licenciatura y maestría. Hace 21 años fundó Tequio Jurídico A.C., desde donde ha llevado a cabo su trabajo como mediador, líder social y defensor de los derechos humanos y ambientales, individuales y colectivos, especialmente de los pueblos indígenas chontales, zapotecas, mixes y mixtecas.
Describe: “Una tríada criminal pone de cabeza a nuestros pueblos, nuestro mundo. El Estado-gobierno que vence y no convence; las empresas extractivas que fabrican sus riquezas fincadas en el despojo y el crimen organizado que nos arrebata el cachito de tranquilidad que tú y yo quisiéramos tener. Hay que denunciarlo”. Y denunció el despojo de sus modos de pensar, de la palabra, del conocimiento sagrado de la tierra, del territorio, de la mujer y del hombre que luchan. El despojo de sus símbolos. De sus formas de decisión. Del derecho de vivir con libertad, sin miedo, sin angustia… “Nos están despojando de la capacidad de indignarnos por tanto despojo. En suma: nos están despojando de la vida. Pero ¿saben qué? No todo es turbulencia, existe una luz en la vereda. Y en medio de esos despojos existen mujeres y hombres valientes que no vamos a quedarnos cruzados de brazos, o sea, que no nos vamos a dejar”.
El premio, dijo, es una invitación a no matar la esperanza que moviliza, que construye, “la esperanza de saber que otros mundos son posibles”, como dicen los zapatistas.
Cultura de mercado y cultura de resistencia.
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