Berrendos que corren y saltan en libertad, cóndores y sus crías en pleno vuelo, la guacamaya roja extiende sus alas de nuevo, el borrego cimarrón, “rey de la montaña”, resurge con fuerza y elegancia, el lobo mexicano se escapa de los cuentos que le hicieron mala fama y regresa a su ecosistema donde es tan necesario; el más grande mamífero del continente americano, el bisonte, recorre de nuevo los pastizales… Todos eran consideradas especies extintas o amenazadas. Hoy regresan como símbolo de que es posible recuperar la vida en el planeta.

Todo eso sucede en la pantalla y emociona. Porque se trata del documental mexicano Última llamada: seis especies contra la extinción, de Iván Carrillo, finalista en el Festival de Cine Santiago Wild 2023 con otros siete largometrajes de Latinoamérica sobre vida salvaje y medio ambiente. Porque puede verse en línea y porque logra, en 47 minutos, convencernos de que, si bien estamos viviendo un proceso acelerado de extinción de biodiversidad debido a la voracidad humana, también es posible una reconciliación entre nosotros y la naturaleza.

Iván Carrillo es un periodista de ciencia que, apoyado por National Geographic y CONABIO, hace un recorrido por sitios tan recónditos como fascinantes de México para documentar proyectos exitosos de reintroducción de especies y restauración de su hábitat. En la película participan reconocidos biólogos, investigadoras, académicos, ambientalistas expertos en el tema y verdaderos héroes y heroínas de la conservación locales en alianza con las comunidades.

Estremecen escenas de las especies liberadas, pero también el esfuerzo colectivo para recuperarlas. Habían desaparecido por la cacería ilegal, el tráfico, la explotación, el cambio climático y la contaminación o la pérdida de hábitat.

En Coahuila, el borrego cimarrón. En la reserva de la biósfera de Janos, Casas Grandes, Chihuahua, se introdujeron 23 bisontes en 2009 y hoy pasean por los pastizales del Rancho el Uno más de 280. Este mamífero con el que arrasaron tras la colonización del lejano oeste en Estados Unidos para eliminar la cultura, la fuente alimenticia y el cobijo de las comunidades indígenas, hoy se reproduce tanto en el país vecino como en el nuestro. La desaparecida guacamaya roja, víctima de traficantes de aves de “ornato”, regresa luego de ocho años de esfuerzo y vuela sobre Los Tuxtlas, Veracruz, y Palenque, Chiapas. El lobo mexicano, cuya extinción se celebraba en 1930, ha vuelto en Coatepec Harinas, Estado de México, gracias a un proyecto binacional con EU, lo mismo que el berrendo, ahora liberado en Coahuila, y en el Vizcaíno, Baja California, donde comunidades y ambientalistas lo reprodujeron en cautiverio. El Cóndor de California que sobrevivió a la gran extinción del pleistoceno, a punto de perderse debido a la intoxicación por el plomo de las balas que había dentro de sus presas, se recupera con éxito en San Pedro Mártir, BC.

La reintroducción es un acto colectivo donde participan las personas, el conocimiento, las instituciones y la comunidad. No es fácil. En cada caso se ha requerido de cooperación internacional y científica, alianzas entre autoridades, organizaciones de la sociedad civil y comunidades locales, restauración de hábitat, tecnología satelital y presupuestos. Si el gobierno los recorta, se buscan en organismos internacionales y empresas privadas. Pero también se necesita alguien que cuente estas historias y medios de comunicación como Ladera Sur (de Chile) que las difunda.

Para Iván Carrillo, cada una es una historia de éxito, de modelo científico, y también de ímpetu, de valor y apuesta por la vida.

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