Arturo Vázquez Barrón viaja hacia atrás en la historia de la traducción literaria para profundizar en la complejidad de su tarea. Creador de una metodología que ha formado a diez generaciones de traductores literarios latinoamericanos, en El Colegio de México y el Instituto Francés de América Latina (IFAL), con cuatro décadas de experiencia y una fascinación por leer para imaginarse en la pluma de Jean Genet o de Albert Camus y entregarnos sus obras en español, alza su voz cargada de erudición y refinamiento intelectual: “Traducimos textos, no lenguas. Los editores hoy quieren apaciguar la tempestad o alebrestar la quietud, evitar que el lector se sienta incómodo o herido, quieren que aplanemos el lenguaje. Por eso nos unimos, en defensa de la visibilidad de este gremio, de la diversidad de los muchos idiomas español que hay y en contra de la homogeneidad que exige el mercado”.

Vázquez Barrón es presidente de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (AMETLI) e integrante de la Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria (ALITRAL), que reúne a profesionales de Argentina, Colombia, México y España. Los grandes consorcios monopólicos de la edición, advierte, han decidido, con un criterio más económico que literario, exigir la homogenización del español, para que una misma traducción “neutra” se venda en todo el mundo hispanoamericano. Y después, por un pago “miserable” contratar a una agencia para la “localización” de algunos términos. Por eso los traductores han lanzado un Manifiesto en defensa de la identidad cultural y lingüística del traductor, de la esencia de la obra y de la diversidad. Para que un traductor mexicano pueda escribir “escuincle”, el argentino “pibe” y el cubano “pepillo” sin que el editor le diga “esto no lo van a entender, hazlo neutro”.

Defienden el derecho a traducir desde una identidad lingüística que puede ser mexicana, española, argentina, nicaragüense o colombiana. Y al hacerlo, defienden la identidad estética del texto.

Vázquez Barrón comparte el “Manifiesto por una traducción transhispánica” de la Red de Traducción literaria de América Latina y España firmado por profesionales de diez países como México, Ecuador, España, Guatemala, Honduras, Argentina, Costa Rica, Colombia, Uruguay y Perú: “En resistencia contra los mercados, la homogenización del español y el poder que ejercen ciertas instituciones hegemónicas sobre la lengua”. En resistencia “contra el español neutro y la traducción abstracta, apostamos por una traducción al español encarnada y que refleje la enorme diversidad de contextos lingüísticos que tiene el español. Dichos contextos no se reducen a las variantes entendidas como nacionales, sino que se aglomeran en torno a regiones, latitudes, geodésicas, sierras, costas, centros urbanos, archipiélagos, cordilleras. Nuestros españoles han de sumar, no restar”. Su apuesta es por el festín literario, lingüístico y conceptual de la diversidad en el idioma. Y subrayan: “Traducimos para encontrarnos con el otro, no para distanciarnos de él. Para ampliar horizontes y no para estrecharlos”.

Al mismo tiempo, y ante la precarización de las condiciones laborales a nivel global, ALITRAL lanzó en abril de este año una propuesta que contempla condiciones mínimas para un contrato digno entre traductor y editor, como el respeto a los derechos patrimoniales (expresado en tarifas, pago de anticipo y de regalías) y a los derechos morales (crédito en portada y promocionales, reconocimiento a su trabajo como autor de la traducción de un texto), cesión y no transmisión de derechos de la publicación de la obra, con carácter temporal limitado a un tiempo razonable y a un espacio (territorios de distribución) determinado.

En síntesis, se trata de visibilizar el importante papel de los traductores en la circulación de las ideas y en la educación de las futuras generaciones.

adriana.neneka@gmail.com

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