Luego de participar el domingo al mediodía en una mesa redonda y en la premiación a jóvenes ganadores del Concurso de Crónica Cultural, que organiza la Unidad de Investigaciones Periodísticas de la UNAM, salí de la Sala Carlos Chávez directo al Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). Quería ver la exposición Tembló acá un delirio, de Ana Gallardo. Pero me topé con las puertas cerradas, consignas pintadas en la fachada y una manifestación de trabajadoras y trabajadores sexuales que exigen el cierre de la muestra.
Una de las piezas, Extracto para un proyecto fracasado, contiene una leyenda tallada en un muro que humilla, degrada y revictimiza a las trabajadoras sexuales que luchan por su dignidad. Y la Casa Xochiquetzal AC, que desde 2006 da albergue en Tepito a sexoservidoras de la tercera edad en situación de calle, protestó.
Lo que escuché frente al MUAC es eco de la indignación. Me acerqué al chico del megáfono para entrevistarlo: “Me llamo Sebastián. Soy trabajador sexual y colaboro con colegas de la Coalición Laboral Puteril y con la Alianza Mexicana de Trabajadoras Sexuales, y en este caso venimos a apoyar a Casa Xochiquetzal. Hoy van a tener un diálogo con el MUAC para tratar los temas de la reparación de los daños. Y para ver si quitarán la obra. Estamos aquí para respaldar esa reunión”.
¿Qué esperan del diálogo? Dice: “Que retiren toda la exposición, en tanto la curaduría no tiene una ética respecto a los temas que aborda. Para mí es necesario replantear el montaje de las exposiciones desde la ética”.
Sebastián se dirige a la gente: “Les invitamos a tener una escucha abierta ante las problemáticas que estamos enunciando aquí. Mas que nada, les invitamos a que se informen, sigan las redes de Casa Xochiquetzal, que sostiene a poblaciones que están vulneradas, que están abandonadas por la sociedad, por el Estado, por el gobierno. Y el trabajo que están haciendo lo hacen muy pocas personas. Necesitamos y exigimos vidas más dignas, muertes más dignas. Exigimos condiciones de trabajo que dignifiquen”.
Lo siguiente se acerca más al sentido común y al respeto a los derechos humanos que a la censura: “No es libertad de expresión quitarles la dignidad a nuestras compañeras. No es libertad de expresión hablar mal de alguien que está en su lecho de muerte. No es libertad de expresión nada de lo que está aquí ocurriendo (…) No es libertad de expresión grabar sin consentimiento. Y mucho menos con propósitos egoístas…”
En su texto, Ana Gallardo relata en tono catártico y de víctima, con un lenguaje que se refiere a las habitantes del albergue como “viejas putas callejeras”, su experiencia junto a Estela, anciana a quien cuidó por un día a cambio de realizar su proyecto artístico, según acordó con la dirección del albergue. También la grabó en video sin avisarle. La pieza no denuncia, abusa de la vulnerabilidad de una mujer mayor agonizante y la exhibe. Para Sebastián: “No es posible que la institución y las personas que están curando estas exposiciones sigan respaldando este tipo de discursos. No hay una ética, no hay respeto hacia sus sujetos, hacia sus musas, y creo que lo mínimo que pueden hacer tanto el museo, como quienes curaron la exposición es darle (a Casa Xochiquetzal) una compensación económica”.
Frente al MUAC, hay jóvenes que respaldan la intervención de las trabajadoras sexuales. Pero también quienes reprueban el grafiti en este espacio cultural, donde se leen consignas así: “Respeto total al trabajo sexual” o “La violencia no es arte”.
El debate comienza. Que sea con la ética en el centro.