A Mafalda
Un consejo de su madre la marcó: “Se independiente, concéntrate en tus sueños”. Otro más la acompañó siempre: “No desperdicies tu tiempo en emociones como el enojo, el resentimiento, la envidia o el remordimiento, se fuerte y prepárate para dificultades”. Con esas palabras tatuadas en el alma, Ruth Bader Ginsburg se convirtió en la segunda mujer dentro de la Suprema Corte de Estados Unidos y en un ícono en la defensa de la igualdad de género ante la ley. Pero lo que le dio forma a sus sueños y herramientas para hacerlos realidad, fue la lectura. Y lo que le permitió lidiar con las pérdidas y los momentos más duros, la música.
“Leer es la llave que abre las puertas”, dice en una de las últimas entrevistas que dio antes de morir esta jueza cuyo amor por los libros heredó de su madre. Le encantaban desde niña Robert L. Stevenson y Lewis Carroll. Cuentan que los viernes se le veía de jovencita en una biblioteca de Brooklyn, donde nació y creció, leyendo mitología griega, libros como El jardín secreto, Mujercitas (su favorita era la independiente e intelectual Jo) o de detectives como la valiente Nancy Drew. También escribía cuentos y era una talentosa narradora oral. Amaba la poesía, que memorizaba. De pequeña recitaba en voz alta el poema de Emma Lazarus inscrito al pie de la Estatua de la Libertad: "¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres/ Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad!”. En momentos difíciles se ponía a tocar el piano y años después, el chelo. “La música me absorbía totalmente y las emociones inútiles se desvanecían”. Le apasionaba la ópera: “Tiene justicia y misericordia”. Derrick Wang compuso una pieza titulada “Scalia/Ginsburg” (2015) en tributo a la amistad de la jueza con su colega Antonin Scalia, opuesto a ella políticamente y mejor amigo al mismo tiempo.
Ruth enfrenta pérdidas y batallas: la de su hermanita Marilyn, de seis años, que muere de meningitis. Y aunque ella era menor, aprende lo que significa un dolor así al ver sufrir a sus padres. Se llena de empatía: “Si puedo hacer algo para que alguien se sienta mejor, lo debo hacer”. Su madre muere el día que ella se gradúa de highschool. Sufre en carne propia la discriminación como mujer y como judía cuando recién egresada de Columbia, los despachos de abogados en NY se niegan a contratarla. Cursa el primer año de Leyes cuando su esposo enferma de cáncer, aun así, ella continúa sus propios estudios, cuida a su pequeña hija Jane, cubre las materias de su marido y edita una revista. Su amado “Marty” sobrevive, pero recae y muere en 2010 después de 56 años de una vida juntos. Ella misma enfrenta un primer cáncer mientras defiende sus revolucionarios argumentos en la Corte.
RBG advierte que los grandes cambios se dan de una generación a otra: “Las mujeres habrán alcanzado la verdadera igualdad cuando los hombres compartan con ellas la responsabilidad de la crianza en la siguiente generación”. Una Constitución “siendo tan importante como es, no significará nada a menos que la gente anhele la libertad”.
Ruth fallece de cáncer cuando Trump quiere reelegirse y la pandemia y el cambio climático lanzan señales al mundo... pero muere con esperanza en los jóvenes, en movimientos como #MeToo y en chicas como Malala y Greta Thunberg: “Nunca volveremos a los días en que la mujer estaba ausente en las áreas donde se toman las decisiones”.
adriana.neneka@gmail.com