Andrik Iván Rodríguez Ramírez murió el 14 de enero de 2024. El joven arqueólogo de 32 años pensó que cumpliría el sueño de ejercer su vocación  cuando aceptó trabajar en el Tramo 7 del Tren Maya, en Xpujil, Campeche. Solo 10 meses después lo atropelló un vehículo, luchó por su vida durante 23 días. Montones de colegas acudieron al hospital a donar sangre y dinero. Su funeral se llenó de compañeros y amistades que lloran su muerte, que lo extrañan, que lo querían y admiraban. Pero prefieren honrarlo en silencio.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Escuela en Arqueología de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), donde estudió, publicaron esquelas donde expresan profunda tristeza por la muerte de Andrik Iván. Sus maestros en redes lamentan la pérdida de un buen estudiante y arqueólogo. Pero nadie quiere hablar de su muerte o del accidente.

Es Yesenia, su hermana mayor, quien acepta platicar de su adorado Andrik Iván. Honrarlo con la memoria de su vida. El arqueólogo vivía en Frontera Comalapa, Chiapas, tenía una tienda de ropa. Cuando estallaron los enfrentamientos entre carteles y el cobro de derecho de piso lo alcanzó, decidió cerrar su boutique. Irse. Poco después: “Voy a dedicarme a lo que verdaderamente me gusta”, le dijo a Yesenia cuando recibió la invitación de trabajar para el equipo de salvamento arqueológico del INAH en el Tramo 7 del Tren Maya.

“Fue el más inteligente de todos nosotros, somos cinco hermanos, él era el menor, mi consentido, era como un hijo. Mi mamá me lo dejó cuando él tenía 10 años y ella se fue a Estados Unidos, pero siempre estuvo cerca, le dio la carrera”.

Yesenia recuerda: “Siempre fue nuestro orgullo. Era un gran lector y le encantaba escuchar ópera. Teníamos nuestros dos locales juntos, yo ponía mis alabanzas y él su música clásica. Fue maestro de inglés en Frontera Comalapa, lo hablaba muy bien por que vivió un año con mi mamá en EU. Nació en Ciudad de México, pero cuando estaba en kínder nos fuimos a Motozintla, donde nació mi mamá, y muy pronto nos mudamos a Frontera. Era tan inteligente que yo le decía que estudiara Física o Química, pero a él le gustó la Historia y desde prepa nos decía que deseaba ser arqueólogo. Compraba su barro y se ponía a hacer ollitas. Pero no hay campo de trabajo, le insistía yo. Y él decía: ‘lo voy a lograr’”.

Entonces lo contrataron para el Tramo 7, que está bajo el mando de la Sedena, y se fue para Xpujil en febrero de 2023. “Está pesado el trabajo, pero muy chido, Yesita”, le escribía a su hermana. Enviaba fotos de las piezas halladas: “Esto es parte del legado de nuestros ancestros mayas”. Luego le escribía para pedirle recetas de cocina. En sus días de descanso se iba al mar.

“Andrik quería venir a verme en octubre, pero no había paso, estaba todo bloqueado el camino y no pudo. Me decía en diciembre: ‘estoy ahorrando, en cuanto esto se componga nos vemos, Yesita’. Ya no volvimos a vernos. Cada día siento más su ausencia. Me dejó a sus mascotas, dos perros y dos gatos que adoptó. Tenía nueve sobrinos que lo adoraban. Un día antes del accidente estábamos en el circo en Comitán y nos escribió, había depositado un regalo para los niños, 200 pesos, y otros 300 para mí. “Me alegra mucho que estén contentos”. Fue su último mensaje a las 10:30 de la noche del 23 de diciembre.

“Era muy generoso. A los niños, siempre con permiso de sus padres, les obsequiaba ropa o zapatos. Lo enterramos en Frontera Comalapa y la gente del mercado, que lo quería mucho, regaló el mariachi. El INAH también se portó muy bien, nos apoyaron con los gastos”.

Hay múltiples versiones alrededor del accidente. Porque aparentemente no hay testigos. Calculan que sucedió en la madrugada. Yesenia: “Creo que estuvo trabajando porque dejó su compu encendida. Parece que a las 5 am salió a correr, porque vestía pants, tenis y sudadera. Entonces lo atropellaron y no se supo nada del conductor, huyó. Hay muchas dudas, nosotros pusimos la denuncia, queríamos justicia, pero no se pudo, creo que nadie sabe la verdad”.

Sus compañeros lo salieron a buscar y lo encontraron en la Cruz Roja  la mañana del 24 de diciembre, lo trasladaron a un hospital en Chetumal y de ahí a otro en Playa del Carmen, donde murió 23 días después. “Estuvimos con él, pude tomarle la mano y hablarle, aunque estaba en coma. ¿Quién fue Andrikito?, le preguntamos, él era muy tranquilo, muy reservado. Si me escuchas, presiona mi mano, y lo hizo. Mi papá le imploraba por teléfono 'allá voy, mi hijito, espérame'". Como pudo y a pesar de los bloqueos llegó desde Frontera Comalapa, pero ya no lo encontró vivo.

En redes, las fotos del accidente publicadas en su momento desaparecieron.

El día del funeral de Andrik, dicen que un colibrí visitó el campamento de los arqueólogos en Xpujil. Y sus compañeros y amigas quieren pensar que era él, que venía a despedirse.

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