Así inicia el primer capítulo: “En mi pueblo los niños juegan a que de grandes van a ser padrotes. Juegan a que tienen viejas y les dicen a otras niñas: ‘pónganse a trabajar’.”

Que un coro de trabajadoras sexuales cuente su vida es asombroso. Que lo haga como resultado de un taller de periodismo que les llevó ocho años, más aún. Que sean ellas quienes realizan las entrevistas a otras compañeras mujeres y personas trans, y que la escritura resulte impecable, también. Lo que no me sorprendió tanto es que sean Gloria Muñoz Ramírez y Desinformémonos Ediciones quienes publican este libro con la complicidad de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, AC. Porque estas colegas siempre hablan de lo que no se habla, como proponía Ryszard Kapuscinski.

La lectura de los 16 testimonios es todo un viaje a lo peor y a lo mejor de este país. Lo peor, porque las historias suelen originarse en la pobreza, el maltrato familiar, el abuso o la violación a niñas y niños, la vida en la calle, el rapto o el engaño. Y suelen transitar, a veces por la trata, el alcohol, la droga y la enfermedad, pero siempre por la corrupción judicial y policiaca, la violencia, la extorsión, la cárcel. Y lo mejor porque, sin romantizar el trabajo sexual, nos cuentan historias auténticas donde también caben los sueños, el amor, la solidaridad, la conciencia, la autoestima y las ganas de una mejor vida. La capacidad de resiliencia de esta gente alcanza niveles inimaginables.

¿Por qué hicieron el libro? Muñoz Ramírez explica que la idea del trabajo “es tratar de entender las causas estructurales que llevan a miles de mujeres y trans a refugiarse en este oficio, acompañarlas, escucharlas sin tratar de salvarlas y luchar junto a ellas por sus derechos”. ¿Por qué quisieron ser periodistas? Para que se les respete, se les escuche y dejen de discriminarlas. Para que los grandes medios de comunicación dejen de venderlas como tema de nota roja y también hablen de sus derechos. “Somos trabajadoras sexuales, somos activistas, y queremos ser periodistas para poder contar nuestras batallas, nuestras guerras, nuestros sueños. Queremos decirle a la gente éstas somos nosotras”, escriben. Y se definen: “Somos trabajadoras sexuales porque ofrecemos un servicio sexual y recibimos una retribución económica por él. Ejercemos este trabajo desde la libertad. No somos víctimas ni victimarias”.

¿No son víctimas?, pensé al iniciar la lectura. Rápido me percaté de que el estigma va cediendo lugar al respeto en la medida que la dignidad de sus voces impregna cada imagen y cada historia, por más desgarradora que ésta sea. Mujeres o trans que han pasado por el infierno para denunciarlo, pero también han logrado encarcelar a mafiosos, aprender a cuidar su cuerpo y su salud, agruparse para defenderse y participar juntas en las marchas. Las del Taller de Periodismo de Abajo Aquiles Baeza van con una cinta en el antebrazo que las identifica como “Prensa”.

Se trata de personas que van de la esquina al hotel, pero que muchas veces realizan otros trabajos para darle educación a sus hijos o ayudar a sus padres, si los hay. Además se dieron tiempo para tomar un taller de periodismo, cuando nunca habían usado una computadora o una grabadora y ahora también toman fotos. Las cinco autoras, tres mujeres y dos trans, que realizaron las 16 entrevistas, también cuentan su propia historia. Tan fuertes como las otras. Dicen que el taller les cambió la vida.

Su consigna: “Cambiar el mundo, empezando por nuestro mundo”.

adriana.neneka@gmail.com

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