Cuando el presidente de este país reprochó a la UNAM que, en lugar de convocar a sus estudiantes de medicina a atender la pandemia del coronavirus, los mandó a sus casas, corrí al librero en donde están los títulos que más me han conmovido recientemente. Tomo en mis manos Primera línea. Crónicas y poemas escritos por el personal de salud y pienso que debería leerlo Andrés Manuel López Obrador y quienes necesitan reconocer la entrega y la valentía de médicos y doctoras, residentes, enfermeras, cirujanos, psicólogas y psiquiatras de la universidad durante los meses más duros de la emergencia sanitaria.

La experiencia narrada por quienes estuvieron en la primera línea al cuidado de los pacientes y sus familiares convierten al libro en pasaporte para recorrer todas las geografías y los espacios donde habitó el virus. La calle, el transporte público, la casa, el departamento compartido por abuelos y madres, nietos y jóvenes, la habitación del enfermo, el rincón de la violencia doméstica, el hospital, los pasillos de vida y muerte, la unidad de terapia intensiva, los vestidores, el pequeño cuarto donde comen con el temor de ser contagiados, el hotel donde duermen para no exponer a sus familiares. Cabe recordar que hasta julio de 2021 se confirmaron 4 mil 84 muertes del personal de salud por Covid-19.

Las páginas contienen el dolor y el miedo, la incertidumbre y la esperanza, la generosidad y el duelo. Hay crónicas y poemas que te llevan dentro del equipo protector personal. Y estás bajo la bata, los gorros, los guantes cuyo uso prolongado lastima la piel, los goggles empañados que te impiden ver, la imposibilidad de abrazar al enfermo o de que mire tu sonrisa, te duelen la frente y la nariz por la presión del cubrebocas, te falta el aire junto a ellos. Sudas con ellas. Desesperas ante la falta de insumos. Puedes irte a casa y no lo haces. Extrañas a tus hijos. Cuando podrías dormir, te da insomnio. Te duele la muerte de un paciente, quieres acompañarle hasta el final, pero también la de colegas que caen uno tras otro. Y también el personal de limpieza. Te quitas el cubrebocas empapado. Lloras sin poder tocarte la cara.

Primera línea es resultado de dos talleres realizados con personal de salud vinculado a la universidad en plena pandemia. El de crónica, impartido por el periodista y escritor Leonardo Tarifeño; y el de poesía, por el médico poeta Orlando Mondragón. La coordinación del proyecto, a cargo de Anel Pérez, directora de Literatura y Fomento a la Lectura de la UNAM, partió de la idea original de Adriana Cortés Koloffon. El diseño de Rocío Mireles, impecable, acompaña las ilustraciones de Jimena Estíbaliz.

Junto a 20 autores del personal de salud, los talleristas describen su propia experiencia. En palabras de Tarifeño, este es un libro indispensable para comprender la verdadera dimensión de una catástrofe inédita “como si entre sus palabras habitara una cura, quizá no tanto para la enfermedad en sí misma como para la indiferencia (…)”. Mondragón invita a leer: “¿Qué nos tiene qué decir este ser que posee en sus manos la vulnerabilidad de una persona? ¿Qué ven sus ojos, qué sienten sus manos al palpar dolores y heridas, qué cruza por su mente? (...) La palabra es la punta de la aguja que rompe la piel con su dolor para dar paso a la sustancia sanadora”.

Stephanie García, licenciada en enfermería por la FES Iztacala escribe: “Una pandemia basta para ver/ que se tienen alas de ángel escondidas”.

adriana.neneka@gmail.com

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