Nuccio Ordine recibirá este año el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. El profesor, filósofo y escritor italiano (1958) es uno de los pensadores más críticos de la enseñanza virtual y de la cultura diseñada en Silicon Valley. Es también uno de los grandes defensores de la libertad en la investigación científica. Dos de sus libros indispensables: La utilidad de lo inútil. Manifiesto. Y después: Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal. Lo leo con frecuencia. El lunes, día del maestro, lo escuché.
En una de sus conferencias accesibles en Internet, el autor habla, en buen español, desde su casa en Rende, al sur de Italia, donde imparte Literatura Italiana en la Universidad de Calabria. Se confiesa incómodo en un mundo donde: “Ya no se educa para hacer del conocimiento un instrumento de libertad, de crítica y de compromiso civil”. La educación en línea, que durante el confinamiento fue tan necesaria, para Ordine se convirtió en “un caballo de Troya que amenaza derribar los últimos baluartes de la intimidad y la enseñanza”. Y es que, para él, los rituales que regulan los encuentros entre profesores y alumnos en las aulas generan comunidad y eso de mirarle a los ojos a sus alumnos mientras lee un clásico en voz alta, es como un soplo vital. Así que ninguna plataforma digital puede cambiarle la vida a un estudiante, sólo los buenos maestros pueden hacerlo.
Ordine advierte que los estudiantes no son recipientes vacíos, son personas que necesitan, como los profesores, dialogar, interactuar y reconocerse. “Es la experiencia vital de estar juntos para aprender”. Todos los instrumentos que ayudaron a conservar las relaciones humanas durante la pandemia, hoy conducen a peligrosos espejismos donde se confunde “amistad” con un like en Facebook; la conversación en redes, con el verdadero cultivo de los afectos que requiere lazos vivos, reales y físicos; la idea de estar “conectados”, con una nueva forma, terrible, de soledad. La tecnología, como un fármaco, puede curar o intoxicar, depende de las dosis, dice. Por eso: “La escuela puede ser hoy un espacio sano de desintoxicación”. Y la universidad, un lugar para ese debate.
Se pregunta por qué durante el confinamiento los supermercados se mantuvieron abiertos y las librerías, cerradas. Lee el célebre texto de Lorca cuando inauguró una biblioteca en su pueblo natal y coincide con el poeta granadino en estar contra quienes deciden anteponer las reivindicaciones económicas por encima de las culturales. Y, así, la humanidad se empobrece cuando cree enriquecerse.
El profesor defiende los valores inmortales de la literatura como guía para el arte de vivir, la importancia de los ancestros ante “la furia destructiva (que) se abate sobre las cosas consideradas inútiles”, como el arte, la belleza y la memoria. En su Manifiesto recuerda a Cioran cuando el escritor rumano cuenta, en Desgarradura, que mientras le preparaban la cicuta, Sócrates ensayaba con la flauta. Y a la pregunta “¿para qué te servirá?”, el filósofo respondió impasible: “Para saber esta melodía antes de morir”. El libro de Ordine incluye un ensayo de Abraham Flexner con un recuento de los científicos que cambiaron la vida humana con vacunas, electricidad, magnetismo… buscando conocimientos “inútiles”.
Escucho a Ordine mientras que el gobierno de México concreta la eliminación de los fideicomisos que financiaban programas para educación, cultura, medio ambiente… y aprueba una nueva ley de ciencia que restringe la libertad de los investigadores a temas “útiles”. Benedetto Croce les llamaría “los nuevos bárbaros”.