Ayer se inauguró la tradicional Ofrenda de Muertos del Museo Dolores Olmedo. No en la hermosa exhacienda “La Noria” en Xochimilco, que lleva más de dos años cerrada al público. No en el nuevo Parque Urbano “Aztlán”, donde la mancuerna Mota Engil- Thor Urbana Capital construye “el nuevo museo Dolores Olmedo”, sino en el Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental en la segunda sección del Bosque de Chapultepec.
Cuando el gobierno de la Ciudad de México anunció en 2021 la construcción de un nuevo museo en Chapultepec con el acervo que Dolores Olmedo donó al “pueblo de México” en el museo de La Noria en Xochimilco surgieron preguntas que siguen sin respuesta. Porque el traslado del acervo más grande de obras de Frida Kahlo y Diego Rivera, así como la serie más completa de grabados y dibujos de Angelina Beloff, entre otros tesoros como las 600 piezas arqueológicas de la colección, al nuevo parque de diversiones “Aztlán” no sólo traiciona la voluntad de la mecenas firmada en una escritura ante notario, sino que desintegra el acervo y despoja de un rico patrimonio cultural a una zona popular al sur de la ciudad, para trasladarlo ahí donde ya existen tantos museos.
Como se informó aquí, tras el anuncio de un convenio entre el grupo “Aztlán” y los descendientes de doña Lola, miembros del Consejo Técnico del museo (su hijo Carlos Phillips Olmedo y sus nietos Dolores, Guadalupe, Carlos y Fernando Phillips Margain), tanto en el “Contrato de Fideicomiso denominado Museo Dolores Olmedo Patiño (número 11, 421)” al que tuve acceso, como en una entrevista que le realicé en 1995, Dolores Olmedo estipuló claramente que el Museo no podrá cambiar de nombre ni de domicilio ni dividirse. Para eso, logró la aportación gubernamental de un fondo “intocable” de 60 millones de pesos, cuyos intereses “servirán para los gastos de operatividad, mantenimiento y funcionamiento del Museo”.
En el libro Catálogo del Museo (1994), ella misma escribió la Presentación: “El museo que lleva mi nombre se constituyó a través de un fideicomiso heredado al pueblo de México, para el cual se creó un Patronato (…) así como un Consejo Técnico que cuidará que el museo cumpla sus funciones. Cabe añadir que la colección se donó a través del Gobierno Federal, con cargo a la SHCP, a fin de que el pueblo, con apoyo del Estado, disfrute y cuide de este legado como yo le he hecho a lo largo de toda mi vida.” Y agregó: “Deseo que el pueblo de México esté consciente que este patrimonio no es transferible. A él pertenece, a él y solo a él. Jamás podrá extinguirse o desintegrarse porque siempre habrá, y de eso estoy convencida, un mexicano digno que exija que este patrimonio perdure para siempre”.
Cabe recordar a Fernando González Gortázar, quien expresó en entrevista su indignación: “Porque seguimos concentrando todo en el Bosque de Chapultepec que es zona privilegiada de la capital y despojando al pueblo de Xochimilco del cual ya forma parte de su identidad, el museo”. Y porque la mudanza no sólo desnaturalizará el proyecto de Dolores Olmedo, sino que viola los términos del fideicomiso y posiblemente de la propia ley.
La familia Phillips Margain ha dicho que en “La Noria” permanecerán las oficinas del fideicomiso, la colección de Arte Popular y los talleres. Y no ha informado mucho más, tampoco la fecha de reapertura.
Preocupa el silencio. Del INAH y el INBAL en torno a la mudanza de monumentos artísticos y arqueológicos de “La Noria” a Chapultepec que, por ley, requiere aprobación institucional. Pero también inquieta el silencio de los medios y de la sociedad civil.
adriana.neneka@gmail.com