En medio del misterio y la opacidad de la información en torno a la “mudanza” de las colecciones del Museo Dolores Olmedo al parque de atracciones Aztlán en Chapultepec, por fin se escucha una voz institucional. La de Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura: “Es necesaria la autorización del INBAL para trasladar obra de Frida Kahlo y Diego Rivera, y nadie la ha solicitado”.

El Museo Dolores Olmedo abrió sus puertas el 17 de septiembre de 1994 en la hermosa exhacienda del siglo XVI, La Noria, en Xochimilco. Donado por la coleccionista “al pueblo de México”, con todo y el mayor acervo de obras de Diego Rivera (136) y Frida Kahlo (25) en el mundo, entre otros tesoros, el museo formaba parte de un circuito natural conectado al Anahuacalli y a la Casa Estudio Frida Kahlo/ Diego Rivera, al sur de la Ciudad de México. A un mes de su 30 aniversario, el panorama para el “Dolores Olmedo” y sus colecciones es incierto. Cerrado desde hace cuatro años en Xochimilco por los descendientes de la mecenas que pretenden rentar sus acervos al parque Aztlán, su anunciada apertura en la nueva sede se ha ido posponiendo sin explicación alguna.

Extrañaba el silencio de autoridades del sector cultural en torno al tema hasta que Lucina Jiménez lo rompió a principios de este mes. Le dijo a Yanireth Israde, del periódico Reforma (1/08/24), que el plan de trasladar el Museo Dolores Olmedo carece del permiso del INBAL, que no ha recibido ninguna propuesta formal al respecto y que “no se puede mover sin autorización, porque (las que integran su colección) son obras declaradas como patrimonio”. Lo reafirma en entrevista con Niza Rivera de Proceso (XIV, agosto 2024): “El papel del instituto es, a la hora que se muevan las obras, hacer la revisión del estado de conservación, si es que deciden moverlo. En ese momento tiene que solicitar formalmente una revisión de la obra y un registro, algo que no ha ocurrido. Formalmente no hemos recibido ninguna solicitud”.

Cabe recordar que en 2021, el gobierno de la Ciudad de México anunció la construcción del nuevo museo en Aztlán en un espacio de 6 mil metros cuadrados y la “contraprestación” negociada con los desarrolladores del parque, Mota Engil-Thor Urbana Capital. A su vez, los descendientes de Dolores Olmedo acordaron la renta del acervo durante 40 años. La noticia provocó inquietudes, sobre todo porque “Doña Lola” estableció un Fideicomiso en cuya escritura notariada se lee claramente que el museo no podrá cambiar de nombre ni de domicilio y sus acervos deberán mantenerse unidos.

La familia de Carlos Phillips Olmedo que integra el Comité Técnico del Fideicomiso ha informado a cuentagotas sobre el proyecto y ha cambiado los términos de “mudanza” a “extensión” del museo. Afirma que en “La Noria” permanecerán las oficinas del Fideicomiso, la colección de Arte Popular y los talleres. Nada dice sobre el destino de las 42 obras de Angelina Beloff, las 30 de Pablo O´Higgins… las del arte novohispano o las 600 piezas arqueológicas que pertenecen al acervo de Dolores Olmedo… Tampoco habla de los 60 millones de pesos que la Secretaría de Hacienda aportó como “fondo intocable”, cuyos intereses, según la escritura, “servirán para el funcionamiento, la operatividad y el mantenimiento del Museo”.

A un mes del aniversario, La Noria sigue cerrada. Y en Aztlán, sólo se lee: “Museo Dolores Olmedo. Muy pronto”.

Las declaraciones de Lucina Jiménez encienden la polémica de nuevo. Mientras tanto, vecinos de Xochimilco expresan en redes su inconformidad por el cierre de La Noria, del museo, de sus jardines…

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