Aclaro: no me refiero aquí a la muerte por violencia que nos inunda de horror todos los días. Escribo sobre la muerte por enfermedad, por envejecimiento, por deterioro físico. El familiar que se va debido a un cáncer, la abuela que deja de respirar por cansancio, la amistad que no pudo más y dijo adiós. El dolor, entre la vida y la muerte, es una realidad humana. La tristeza por la pérdida de un ser querido, inevitable. Lo que puede cambiar es la dignidad con la que muere la gente, si tuvo oportunidad de despedirse y alguien le tomó la mano al final, si el personal médico le acompañó para mitigar el dolor físico y emocional, si pudo elegir, libremente, cómo vivir de la mejor manera posible los últimos días de su vida.

El jueves pasado se presentó el resultado de la Segunda Encuesta Nacional de Opinión sobre el Derecho a Morir con Dignidad (2022). Los resultados, similares a la realizada en 2016, revelan una constante entre las personas mayores de 18 años en México: 7 de cada 10 están a favor de la eutanasia o la muerte medicamente asistida en caso de que los pacientes se encuentren en fase terminal. En cuanto a la forma personal de morir, 68% afirmaron que, en caso de estar en fase terminal, les gustaría tener la posibilidad de pedir ayuda médica para adelantar su muerte. El 55% optaría porque el médico le aplique directamente una dosis letal de medicamentos (eutanasia), mientras que 39% preferiría tomarlos por sí mismo (suicidio médicamente asistido). Reveló, también, un gran desconocimiento social acerca de la Voluntad Anticipada y los Cuidados Paliativos (CP). Y la carencia de éstos en los hospitales del país. Según informó la psicóloga especialista Gina Tarditi, sólo hay un equipo de CP por cada millón y medio de habitantes.

Durante la presentación, organizada por la asociación civil Por el Derecho a Morir con Dignidad (DMD, México) que preside Amparo Espinosa Rugarcía, escuchamos que mientras en el país ha disminuido la tasa de mortandad infantil, ha crecido el número de muertes por afectaciones crónico-degenerativas. Y si bien la esperanza de vida ha aumentado, no así la esperanza de una vida sana. Hoy, como dijo el filósofo David Fajardo Chica, se sufren más años de vida enferma y hay formas inéditas de sufrimiento: emocional, psicológico, existencial y anímico. Propone un mejor lugar para la muerte en la sociedad contemporánea, una utopía realista, que se entienda como un proceso valioso que nos confronta con las grandes preguntas de la existencia. Que se reconozca la necesidad de un contexto de facilitaciones para darle sentido y significado espiritual (no necesariamente religioso) al evento. Por eso se necesitan cuidados paliativos, amplitud de opciones para el paciente y sus seres cercanos al final de su vida y políticas públicas y recursos que las garanticen.

“La vida tiene límites, la medicina tiene límites (…), nos queda elegir cómo queremos morir y cómo no queremos vivir”, dice Asunción Álvarez del Río, desde la Bioética. En el contexto de la atención médica al final de la vida hay medios legales en México para morir con dignidad: Limitación del tratamiento, Cuidados Paliativos y Voluntad Anticipada. Falta la ayuda médica para morir cuando se agotaron las opciones para aliviar el sufrimiento o cambiar la condición de indignidad del paciente.

El 73% de las personas encuestadas se expresó a favor de la legalización de la Eutanasia y el Suicidio Médicamente Asistido. ¿Alguien las escucha?

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