La escena del domingo resulta insólita: mientras sus familiares lo graban, un niño de seis años cae de una tirolesa en un parque de Nuevo León. Al romperse el arnés que lo sujeta, desciende por los aires 12 metros, va a dar a una laguna y sale ileso del accidente. Se salva como lo hacen todos los días miles de niñas y niños “sobrevivientes” en este mundo, igual a los que documentó François Truffaut en su entrañable cinta La piel dura. En la secuencia central, la cámara registra cuando Gregory, de apenas dos años, cae de un noveno piso y se levanta como si nada. ¿Cómo puede ser?

En la película, el profesor Richet y su esposa embarazada comentan la escena. Gracias al blog Cine y Educación, del pedagogo español Enrique Martínez Salanova, que la reproduce, puedo citar parte de la conversación: “Es pavoroso pensar en cómo los niños están en peligro constantemente”. “Eso no es verdad del todo. Un adulto hubiera muerto por el impacto, pero un niño no; los niños son como una roca. Tropiezan por la vida sin quedar lastimados. Ellos se encuentran en estado de gracia y eso les permite tener la piel dura. Son mucho más resistentes que nosotros”.

Truffaut escribió: “La piel dura quisiera plantear esta pregunta: ¿Por qué se olvida tan frecuentemente a los niños en las luchas que emprenden los hombres?”

La cita es de 1976. Hoy: Según datos de UNICEF, entre 2005 y 2022 se han cometido más de 300 mil violaciones graves contra niños y niñas en conflictos armados que incluyen 120 mil asesinados o mutilados, 105 mil reclutados por grupos armados, 32 mil 500 secuestrados, 16 mil sometidos a violencia sexual…

Es decir, el adultocentrismo al que se refiere Truffaut, a muchos seres humanos les roba la infancia, la vida y la inocencia demasiado pronto. En Ucrania, desde que empezó la invasión rusa en febrero de 2022, según Denise Brown, responsable humanitaria de la ONU en ese país, han muerto 525 niñas y niños y hay, por lo menos, 1047 menores heridos. Un 90% de las víctimas cayeron por armas explosivas con efectos de amplio alcance, artillería, misiles, ataques aéreos y municiones de rastreo.

Kiev estima que más de 16 mil niños y niñas ucranianos han sido deportados a Rusia desde los territorios anexados o en disputa. Bajo la categoría de “huérfanos” a muchos los ubican con familias rusas. Mientras que la comisionada del gobierno de Putin para los derechos del niño, Lvova-Belova, asegura que “es maravilloso que los rodeemos de personas cariñosas”, según integrantes del Laboratorio de Investigación Humanitaria de Yale, entrevistados por CNN luego de presentar su reporte, hay una red de más de 40 campamentos donde Rusia retiene a miles de niños ucranianos (desde meses de nacidos hasta los 17 años) con la pretensión de “reubicar, reeducar y entrenarlos militarmente o adoptarlos por la fuerza”. El objetivo de fondo: “negar, suprimir la identidad de la historia y la cultura de Ucrania”.

Quiero pensar que, entre todas las niñas y niños víctimas de esta invasión brutal, hay quien, en este momento, escribe un diario, una carta, un testimonio. Como lo hizo Ana Frank en Ámsterdam y años después, inspirada en ella, Zlata Filipovic, desde Sarajevo. La joven croata sobreviviente no solo publicó, gracias a una maestra, su propio Diario, sino que años después se encargó de editar Voces robadas, libro que recoge 13 diarios inéditos de niños, niñas y adolescentes escritos desde la primera Guerra Mundial, el Holocausto, Los Balcanes, Vietnam, Israel y Palestina, Irak…

Hay, en palabras de Zlata, “un deseo imperioso de comunicación, de creer que alguien nos escucha”.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS