No es solamente la nueva propuesta en el mundo de las telecomunicaciones ni una solución técnica que permitirá mayor eficiencia en el funcionamiento de los dispositivos digitales. La tecnología 5G es mucho más que eso y tendrá una incidencia profunda en el modo en que vivimos, nos relacionamos unos con otros, la manera en que entendemos lo que significa intimidad, anonimato, vida privada y nuestra conexión con las máquinas y las cosas. Sí, es la quinta generación de una serie de tecnologías móviles que existen hace décadas, pero sus alcances son exponenciales en todas las esferas, desde la vida cotidiana, las relaciones económicas y sociales, la geopolítica y la salud hasta el cambio climático.

Las grandes corporaciones de la telecomunicación que impulsan la 5G venden un futuro veloz, cómodo, inteligente e hiperconectado que proyecta una conexión a Internet 40 veces más veloz que la 4G. Si la 4G tiene capacidad para conectar entre mil y 3 mil dispositivos móviles por kilómetro cuadrado, la 5G la tendrá para un millón en el mismo espacio. Se trata de unos 43 dispositivos por persona. Si actualmente hay entre 5 y 6 mil millones de teléfonos inteligentes en el mundo, se prevé que para 2020 serán 20 mil millones de dispositivos conectados. Si ya hay alrededor de 5 mil satélites en órbita, tan solo Space X de Elon Musk ya planea el lanzamiento de 12 mil más. La economía de grandes bases de datos, la inteligencia artificial y el Internet de las Cosas que ya conocemos, fusionadas en la nueva infraestructura 5G.

Hay voces expertas como la de Peter Bloom que irrumpen en el escenario con “Una visión crítica, social y política de la tecnología 5G”, como tituló su conferencia del viernes pasado en la Casa del Tiempo de la UAM. El coordinador y fundador de Rhizomática, una asociación civil dedicada a apoyar la autodeterminación por y para las comunidades con respecto a las tecnologías de comunicación, explicó en qué consiste la 5G.

Es diferente a las generaciones anteriores y pretende aumentar radicalmente la capacidad de las redes de banda ancha móvil; conectar no sólo a más personas entre ellas sino a ellas con las máquinas y desarrollar la tecnología llamada Comunicación M2M (Machine to machine). Conectará no sólo teléfonos y computadoras sino vehículos terrestres, equipos industriales, dispositivos médicos implantados, drones, cámaras… entre sí. Lo que los promotores desde la industria denominan “sociedad hiperconectada”.

Los retos individuales y colectivos que contempla Bloom son enormes para quienes ya se preocupan acerca de la capacidad de vigilancia y los problemas de privacidad relacionados con las redes actuales y las plataformas de Internet. Porque la idea es hacer todo más conectable “incluyendo nuestros cuerpos”. Así, muchos más dispositivos recolectarán información personal que será almacenada, analizada y vendida. Como usuarios ya somos proveedores de múltiples datos personales. En un entorno no regulado, la 5G nos deja en vulnerabilidad total ante gobiernos, estados, empresas y hackers…

Por otro lado, en países como México, donde grandes zonas carecen ya no se diga de 4G, sino de conexión, millones de personas quedarán excluidas de un mundo cada vez más digital, es decir, la brecha aumentará aún más.

En países como Corea del Sur, los operadores de esta red informan que los suscriptores ya son más de 2 millones, en Suiza proyectan una cobertura de 95% para fines de este año… En América Latina, advierte Bloom “la introducción de esta tecnología está aún a años de distancia para la mayoría”. La Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones está puesta (desde el 28 de octubre, en Egipto) y el tema queda sobre la mesa. Un dato: Si la 4G ocupa hoy unos 400 megahertz del espectro radioeléctrico, el gobierno mexicano ya reserva 11 mil 190 megahertz para servicios 5G.

Peter Bloom deja el reto: ¿Tenemos necesidad real de la 5G? ¿Para qué? ¿Hay una política pública?

adriana.neneka@mail.com

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