Cuando muere un humanista del tamaño del filósofo, lingüista, escritor, crítico literario y profesor George Steiner queda una estela de sabiduría que se expande dentro de sus libros, pero también en lo que sus herederos intelectuales harán con el enorme legado que le dejó al mundo.
Escribió sobre el valor de la palabra: “No hay ‘lenguas pequeñas’. Cada lengua contiene, explora y transmite no solamente una carga única de recuerdos vividos, sino también la energía en desarrollo que poseen sus formas verbales de futuro, una potencialidad para el mañana. La muerte de una lengua es irreparable, disminuye las posibilidades del hombre”. Acerca del diálogo: “Mientras el lenguaje continúe marcando la pauta, mientras podamos seguir hablando los unos con los otros, hay esperanza para la civilidad y la búsqueda de la verdad”. También valoró el silencio como aliado vigoroso de la memoria, y a los sueños, como una necesidad humana.
En su introducción a George Steiner en The New Yorker (FCE, Siruela), Robert Boyers, editor de esta selección de artículos publicados entre 1967 y 1997, asegura que, si bien el autor eligió para sus críticas más enérgicas sólo a “los oponentes más audaces y mejor armados”, como Chomsky, Derrida o Cioran, Steiner “es un virtuoso del deslumbramiento”. Escribe sobre Jorge Luis Borges (“Tigres en el espejo”, 1970) y destaca el universalismo, la imaginación, el prodigioso talento como lingüista y la fabulosa erudición del genio argentino: “Como otros escritores que han perdido la vista, (…) se mueve con seguridad felina por el mundo sonoro de muchas lenguas”. Y luego de una disertación sobre los sueños en el creador de Ficciones, afirma que Borges: “Ha profundizado— y esta es la marca de un artista verdaderamente grande— el paisaje de nuestros recuerdos”.
La idea del Europa, texto que escribió en 2003 como conferencia para el Instituto Nexus de Holanda, contiene una advertencia de Steiner sobre “la americanización” del planeta y el modelo de consumo asiático—estadounidense: “La dignidad del Homo sapiens es la realización de la sabiduría, la búsqueda del conocimiento desinteresado, la creación de belleza. Ganar dinero e inundar nuestras vidas de unos bienes materiales cada vez más trivializados es una pasión profundamente vulgar, que nos deja vacíos”. Más que la censura, continúa, lo que mata a la cultura es la uniformización, el despotismo del mercado y las recompensas del estrellato comercializado. Para Steiner, la reorientación de la educación y de los medios es urgente para imaginar un futuro. Con la caída del marxismo se perdió un gran sueño: “El del hombre corriente tras los pasos de Aristóteles y Goethe” como proclamó Trotsky. Y es preciso, escribió, tener uno nuevo.
George Steiner murió en paz la mañana del lunes. ¿Y su legado intelectual? Está en su obra y en las universidades donde dio cátedra de literatura comparada (Princeton, Cambridge, Stanford…), palpita en Errata, en Pasión intacta y en muchos libros más como Tolstoi o Dostoievski. Pero también es semilla de un nuevo proyecto. Según me cuenta Rob Riemen, conoció a Steiner en 1989 a través de Johan Polak, el editor del crítico literario en Alemania, quien alentó al filósofo holandés a publicar en 1991 la revista Nexus. Desde entonces, el autor de Nobleza de espíritu lo visitó frecuentemente en Cambridge y a lo largo de 30 años publicó sus ensayos mientras que Steiner fungió en tres ocasiones como orador principal de la Conferencia Nexus que se realiza cada año en Ámsterdam. “George y Thomas Mann han sido mi ejemplo y referencia en torno al humanismo (…), la inspiración que me llevó a crear el Instituto Nexus”.
Así, el universalismo, la búsqueda de la verdad y la belleza, la virtud del deslumbramiento, el legado de Steiner y de Mann, llegarán a México. A través de Instituto Nexus que Riemen proyecta para nuestro país. Justo cuando más necesitamos tomar aire y revalorar la palabra, el diálogo, el silencio, los sueños.
adriana.neneka@gmail.com