Johan Falkman regresa a México. Y de qué manera. El pintor sueco trae consigo la exposición Desde la esfera del vacío, cartas de reyes y sus antagonistas en el reino de los sueños que es pintura, fotografía, escultura, dibujo, video, poesía, instalación y una gran historia detrás de todo. Porque lo que vivió el artista en una comunidad zulú en Sudáfrica durante casi tres años resulta una vuelta de tuerca. No sólo en su existencia y en su obra. Sino en la de sus modelos y los espectadores.
Sabíamos que a Falkman lo marcó su contacto con el muralismo mexicano y que Orozco lo deslumbra. Que el expresionismo alemán, junto con Goya, Velázquez y Picasso han sido clave en su obra. Que luego de su vista a nuestro país ha realizado murales en el espacio público sueco. Lo conocimos como gran retratista en 2012 con su exposición La alteridad en el espejo en San Ildefonso. Lo que presenta hoy en el Museo de la Cancillería, en el centro de la Ciudad de México, es el resultado de seis años de trabajo y de un viaje profundo al mundo zulú, pero también al interior de sí mismo y a la historia de la humanidad, con sus dramas y glorias, a través de las mitologías que le dan sentido.
Luego de la muerte de su madre y de su mejor amigo, Falkman recibe como regalo La Biblia ilustrada por Gustav Doré. Poco después, Don y Christine Olofsson, importantes empresarios y filántropos suecos, lo invitan a colaborar con un proyecto humanitario de su fundación Star For Life en Sudáfrica, donde el VIH y el SIDA, así como la tuberculosis, han dejado en orfandad a incontables niñas y niños, donde 70% de los negros indígenas viven en la pobreza. El proyecto se hizo y creció de manera que el artista se mudó en 2018 a vivir dentro de una comunidad en la provincia sudafricana de Kwazulu-Natal.
Rentó una granja y trabajó casi tres años con más de 50 modelos zulúes. Durante el confinamiento, no solo se prolongó la convivencia, sino que se intensificó la dimensión social de su proyecto. Le contaron sus vidas, secretos, frustraciones, traumas y conflictos cotidianos. De ahí, piezas con la fuerza de Arde Sudáfrica. Se convirtieron en seres bíblicos como el Rey Saúl, Adán y Eva, Caín y Abel, Nabucodonosor, Eleazar, Judas y Jesús…, se vistieron y maquillaron como la realeza zulú, se hicieron Moctezuma … se transformaron en reyes y reinas, princesas, madres y brujas, héroes, antihéroes y mártires (la compañía de Ópera de Malmö les envió sus vestuarios), y se trasladaron a los óleos de Falkman para representar a las mitologías cristiana, azteca y zulú. Grabaron sus coros, danzas, poemas y hip hop. Y escribieron textos que cuelgan de los muros junto con la obra del pintor. Están sus rostros, sus nombres, sus vidas. Comparten su mundo con talento y dignidad.
Una tarde en Malmö, Falkman escuchaba la radio pública sueca. Llegó a sus oídos la lectura en voz alta de la novela Ladydi, de Jennifer Clement (en la que se basa la cinta Noche de fuego, de Tatiana Huezo). Se fascinó tanto que la buscó para que se sumara al proyecto. La autora viajó a Sudáfrica, convivió con los zulúes y escribió 21 Cantos que, traducidos al español por Guillermo Arreola, forman parte de la exposición junto con la poesía del pintor.
El curador Álvaro Gómez Gómez hizo un trabajo a la altura del proyecto. Y en el gran libro-catálogo de la exposición concluye que a Johan Falkman le interesa la universalidad de la condición humana y logra “plasmar el sentido espiritual y combativo que existe en todos los seres humanos por la defensa de su propia dignidad”.
(Pronto, una entrevista con Johan Falkman en Confabulario).