El encabezado de la nota de mi compañera Yanet Aguilar: “Leer por goce, acto de consumo capitalista, afirma Marx Arriaga”, escandalizó. La frase, atribuida al director de Materiales Educativos de la SEP es, en realidad, una buena síntesis de un fragmento de su conferencia. El resto de su discurso es igual o más preocupante.
En su texto “Formación de docentes lectores en la Escuela Normal”, que él mismo comparte en Facebook, Arriaga va más allá. Se trata de las 13 páginas que leyó para la Escuela Normal San Felipe del Progreso, es decir, se dirige a futuros responsables de la educación. Ni de lejos se asoma el afán de contagiar el gusto por la lectura a nuevas generaciones de estudiantes. O la promesa de felicidad que puede contener un libro en manos de maestros, infancias y adolescencias luego de un largo confinamiento. Menos aún aparece el título de un solo libro, un poema, el nombre de un escritor o autora que le apasionen. Sólo el lingüista soviético Mijail Batjin (1895-1975) merece una cita entre sus líneas. La suya es una disertación ideológica confusa, llena de contradicciones y, en momentos, delirante.
Imaginemos a los normalistas que lo escuchan. El filólogo y funcionario, responsable de los Libros de Texto Gratuitos, se expresa no sólo contra la lectura como una forma del placer, sino contra la lectura que olvida “lo negativo” de la realidad, contra el afán de “conocer lugares remotos”, contra el “mediador que somete al texto y al lector a un camino seguro”, contra el ocio y la diversión. Arremete contra asociaciones civiles y empresas privadas (pasa por alto que han sido aliadas del Estado en la promoción de la lectura durante 40 años en México). Se lanza contra la transparencia porque es síntoma “de una sociedad que desconfía”. Critica a organismos internacionales, pero se basa en los indicadores de PISA y ENLACE para hablar del problema de la comprensión lectora. Advierte la precarización de salarios, pero olvida que él mismo convocó a los ilustradores a trabajar gratuitamente para los libros de la SEP. Cuestiona a las trasnacionales, pero espera que “la cadena del libro” se refuerce a nivel internacional. Se va contra la “sana distancia” y el “quédate en casa” como medidas preventivas durante la pandemia y al mismo tiempo lamenta que la cuarentena fue tiempo perdido para la reflexión “desde el plano de un análisis ideológico”.
Ensalza al Presidente y su Decálogo para salir del coronavirus (500 mil muertos después). Y advierte: “El Covid-19 derrocó la fe”. Cito: “La narrativa de la resurrección, de la compasión y la conmiseración quedan totalmente desbancadas por la ideología de la salud y de la supervivencia”. Lamenta que nadie recuerde a los santos que se entregaron sin miedo al contagio de los enfermos (como si la entrega del personal médico fuera inexistente). Los sacerdotes que practican distancia social y llevan mascarillas protectoras “sacrifican completamente la fe a la supervivencia”, condena.
En el rescate del “compañerismo” señala que las artes “pueden auxiliar, pero sólo lo lograrían si los elementos artísticos están ligados a un factor estético y a un compromiso social ideológico”.
No se trata de un linchamiento. El nuevo episodio de Marx Arriaga es más que una anécdota. El problema no es sólo el contenido de su conferencia, sino que el gobierno y la Secretaría de Educación Pública se reconozcan en ese discurso. Y lo avalen.
adriana.neneka@gmail.com