Para Iñigo y Marisa


Tiene cuatro años y, mientras se pone el uniforme, le pregunta a su mamá: “Entonces ¿voy a conocer a mis amigas del iPad?”. Ximena no había puesto un pie en el kínder hasta el lunes, pero sí lo cursaba en línea. No sabía lo que es una escuela grande, el recreo, el patio de juegos …Quizá algún día escriba para las infancias futuras y les cuente que forma parte de la generación que vivió un año de su niñez en confinamiento. Como su primo Pedro, que no suelta el cubrebocas o las pequeñas Luisa y Amaia, que nacieron poco antes de la irrupción del nuevo coronavirus y no vieron a nadie más que a sus padres durante todo este tiempo.

Alessandro Baricco publicó recientemente Lo que estábamos buscando (Anagrama), un libro sobre la pandemia. En su entrevista con David Verdú (El País, 21/05/21) propone: “La alternativa no es el veredicto de la ciencia, sino una comprensión de la ciencia. Pero completada con la capacidad de sentir la parte irracional del mundo y construir un relato para recoger todos los indicadores de la realidad”. La ciencia, advierte, sólo ha recogido los indicadores médicos, número de vacunados, cifras de muertos… pero no el sufrimiento, el malestar, la depresión, el cansancio, el envejecimiento… “No tiene un solo índice que mida todo eso. Y no se puede tomar una decisión sensata teniendo solo en cuenta lo que afecta a nuestro cuerpo y no a nuestro ánimo, pero lo hemos hecho”.

De ahí la importancia de textos que recogen justo eso de lo que habla Baricco. Bitácora de la pandemia, de Arnoldo Kraus, resulta imprescindible. El libro electrónico de autoría colectiva Covidiario 99 días, 99 autores que reúne testimonios muy personales del confinamiento publicados cada día por Nexos en línea durante 2020 es otro ejemplo. Y Diario de la Pandemia (UNAM) ofrece al lector lo que 100 escritores enviaron, desde diversas ciudades del globo, a la Revista de la Universidad de México a partir de marzo y hasta junio del año pasado, es decir, como dice Guadalupe Nettel, lo que “se escribió durante los primeros meses de zozobra y confinamiento que experimentó el mundo entero tras la propagación del coronavirus”.

Diario de la Pandemia nos abre muchas puertas. A la ansiedad de Mariana Enríquez (“¿Por qué tengo que ser intérprete de este momento?… no se qué va a pasar con la humanidad”); al departamento de Santiago Roncagliolo (“Tu familia es esa gente con la que no hace falta hablar de cosas interesantes”); al deseo de Wenceslao Bruciaga (“Ahora los gays sucumbimos a las máquinas para sosegar la ansiedad sexual”); a la ciudad de Guayaquil en el relato de María Fernanda Ampuero (“Nadie se olvidará de que tuvimos a nuestros muertos amados en la mesa del comedor cubiertos de hielo mientras esperábamos una ambulancia que nunca llegó”). Al escritorio de Javier Cercas cuando anota: “Los mejores de nosotros convierten el espanto y el sufrimiento en belleza y sentido. Por eso la literatura es útil”. Y más: “La alegría es el único antídoto eficaz contra el horror”.

Mientras leo este libro voy a la vacuna y luego a las urnas. Los dos resultan escenarios de futuro. Entonces imagino que en lugar de trazar mapas divisorios que agudizan la polarización y el odio, después de todo lo vivido reaprendemos la empatía y el abrazo. Para estar a la altura de la generación de Ximena, que se prepara a vivir en el mundo real por primera vez.

adriana.neneka@gmail.com