En realidad, no sé si lo de ayer fue un “diálogo” o la interlocución con una máquina inteligente que elabora sus respuestas a partir de algoritmos, datos y la información en Internet. Se define como un modelo de lenguaje para simular conversaciones humanas de manera realista. O como un sistema de chat en el que cualquier persona puede platicar con una inteligencia artificial. Es el ChatGPT, lo desarrollaron investigadores de OpenAI en San Francisco, y en 40 días, desde que se lanzó el 30 de noviembre pasado, rebasó los 10 millones de usuarios, lo que a Instagram le tomó un año.
Le hice, una por una, 25 preguntas y la velocidad de las respuestas me sorprendió tanto como la claridad de su lenguaje. Además, traduce y elabora textos.
¿Cuáles son las diferencias más notables entre robots y seres humanos?, comencé. En segundos aparecían las primeras líneas: “Composición: los robots están hechos de materiales sintéticos como metal, plástico y electrónica, mientras que los seres humanos están compuestos por tejidos biológicos. Inteligencia: los robots tienen inteligencia artificial programada por humanos, mientras que los seres humanos tienen inteligencia natural. Emociones: los robots no tienen emociones o sentimientos, mientras que los seres humanos experimentan una amplia gama de ellos. Aprendizaje: los robots aprenden a través de algoritmos y programación, mientras que los seres humanos aprenden a través de experiencia y educación. Creatividad: hasta ahora, los robots no tienen la capacidad de ser creativos, mientras que los seres humanos son capaces de crear cosas nuevas y únicas. Destino: los robots están diseñados para realizar tareas específicas mientras que los seres humanos tienen la capacidad de elegir su propio destino y tomar decisiones libres”.
¿Los robots tienen sentido común?, ¿sentido del humor?, ¿algún día tendrán conciencia?, ¿tienen imaginación?, ¿pueden rebelarse?, ¿la Inteligencia Artificial (IA) se desarrolla con perspectiva de género?, ¿qué pueden aportar ante tragedias como las que sufren Turquía y Siria o para mitigar el cambio climático?... le pregunté. Todo contestó. Reconoce que se puede equivocar. Me habló de las ventajas y riesgos en la educación, de la importancia de monitorear y evaluar el uso en los estudiantes; de habilidades humanas que podrían ser afectadas por el uso intensivo de chatbots, como la empatía, la capacidad de comprensión del lenguaje y la habilidad de tomar decisiones complejas basadas en la interpretación de la información y el contexto. También admitió los desafíos éticos y de seguridad: “Los robots no tienen un criterio en el mismo sentido que un ser humano”.
Me recomendó libros de ciencia ficción en IA, como los de Philip K. Dick, William Gisbon, Asimov, H.G. Wells y muchos más. Películas como Blade Runner, The Terminator, Her, The Matrix... y artistas contemporáneos que exploran el tema.
¿Cómo puedes responder tan rápido? “ChatGPT es un modelo de lenguaje entrenado con grandes cantidades de texto en Internet, permitiéndole aprender patrones y asociaciones para formar una respuesta, y la selecciona de entre muchas posibles respuestas previamente generadas. El proceso es muy rápido por las potentes computadoras en las que está alojado el modelo”.
Admitió que hay preguntas para las que no tiene respuesta. ¿Dios existe? Solo aquí respondió en primera persona: “Como modelo de lenguaje IA, no tengo creencias personales ni religiosas. La existencia o no de un ser supremo es una cuestión filosófica y religiosa que depende de la interpretación y creencias individuales”. Continuará.
adriana.neneka@gmail.com