Que las niñas y niños en Rusia llevarán de manera obligatoria en la escuela una materia para aprender a utilizar drones letales, leo en El País. El objetivo es alcanzar, para 2030, unas 4 mil 872 aulas especializadas y 380 centros “formativos”. La asignatura se llama “Fundamentos de seguridad y defensa de la patria”. Se militariza la educación desde la infancia.
Escalofriante lo que sucede allá, pero aquí en México, en 2023 el gobierno federal destinó 221 mil millones de pesos para la Defensa, la Marina y la Guardia Nacional. En contraste, por dar un solo ejemplo, este gobierno asigna 24 millones anuales a la adquisición de acervos bibliográficos para 7 mil 413 bibliotecas públicas, es decir, alcanza para unos 13 libros al año cada una, según José Domingo Argüelles (en el reportaje “La asfixia al gremio cultural” de Reyna Paz Avendaño, en Letras Libres, abril 2024). Por otro lado, datos recientes del INEGI revelan un significativo descenso en el hábito de la lectura: en los últimos cinco años el índice de lectores pasó del 80% de la población alfabeta en 2016, a 68.5% en 2023.
La anterior es una realidad de la que no se ha habla en los “debates”. Se asegura que el voto joven será decisivo estas elecciones. Me pregunto si resultan atractivos los “debates” para este sector de la población, si se habla suficiente de temas que les interesan, como la crisis climática, una agenda ambiental, la vida sostenible, la inteligencia artificial, nuestro compromiso con el mundo, el derecho a una vida más libre de violencias y de miedos o al pleno ejercicio de sus derechos culturales.
Mientras escuchábamos el debate del domingo, terminaba el fin de semana más violento del año, con 257 asesinatos. Si a este México harto de violencia y de muerte le urge fomentar una cultura de paz y personas que inspiren a construirla, si por primera vez hay dos candidatas mujeres, una de las que seguramente será presidenta de este país, ¿por qué insisten en convertir la escena del “debate” en un espacio cada vez más beligerante? Parece que entre más fuerte el adjetivo o más agresivo el apodo más likes obtienen. Como si el nivel de discusión en Twitter (X) se trasladase al espacio tangible donde, más que un debate, se da una confrontación. Que si el jab, o el gancho y que no hubo knockout… se leía en varias crónicas. ¿Gana el que más fuerte pega o el que ofrece más propuestas y expone las mejores ideas?
Sospecho que el estilo de las campañas, las múltiples encuestas, los spots y toda esa propaganda que invade el paisaje con rostros repetidos al infinito en pendones de plástico, resultan ya un tanto anacrónicos y desfasados de realidades como las que vivimos a diario. El debate, necesario como ejercicio democrático y expresión de pluralidad, podría cambiar su formato, pero ¿y si además apostamos por un diálogo que permita imaginar mejores horizontes desde la cultura?
Mañana a las 12, en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, tendrá lugar el “Diálogo por la Cultura” que, como hace seis años, organiza el Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu). Dialogarán Consuelo Sáizar (Fuerza y Corazón por México), Ana Francis Mor (Sigamos Haciendo Historia) y Ruth Alejandra López (Movimiento Ciudadano) sobre sus proyectos para el sector. El encuentro será virtual con transmisión vía Facebook, YouTube y Paso Libre, portal del Grecu.
Decía Raquel Tibol: “Por pequeña que sea nuestra presencia en el juego de las tensiones contemporáneas, debemos esforzarnos por optimizar esa presencia, nuestra porción de poder, que no es financiero ni militar sino definitivamente espiritual”.