La historia se ha contado muchas veces, pero hay que insistir contra el olvido.

El 11 de abril de 1994, la joven arqueóloga Fanny López Jiménez descubre una puerta oculta entre la maleza que cubre al Templo XIII en la plaza central de Palenque. Es el primer paso que la lleva hacia una subestructura donde encuentra la misteriosa cámara funeraria en la pirámide vecina al Templo de las Inscripciones. Llega el director del Proyecto Arqueológico Palenque, Arnoldo González Cruz, y descubren emocionados que hay un sarcófago dentro de la cripta. Desde entonces todo es un trabajo en equipo, que él coordina, hasta el deslizamiento de la lápida el 1 de junio.

Les pregunto a Arnoldo, director del Proyecto Arqueológico Palenque, y a Fanny, hoy profesora investigadora de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, cómo viven a la Reina Roja 30 años después.

Arnoldo:

El arqueólogo lleva 30 años entregado a la investigación del sitio como director del Proyecto Arqueológico Palenque. El Palacio, el Templo de las Inscripciones, la Plaza de las Cruces… han generado información exhaustiva sobre la ciudad maya, sus gobernantes, su arquitectura, su arte y su cosmovisión. Pero, sin duda, el mayor reconocimiento lo ha tenido por sus trabajos alrededor de la Reina Roja, Tz’az-bu Ajaw (“Gobernante de las sucesiones dinásticas”), esposa de Pakal, y su riquísima ofrenda, así como la vida del personaje y el origen de su familia en Ox Te’K’uh (“Lugar de los dioses del árbol”). Si bien no se ha localizado el sitio arqueológico del que llegó para casarse con el rey de Palenque, se sabe que está en los límites de las llanuras de Tabasco y las primeras estribaciones de la Sierra Norte de Chiapas, al oeste de Palenque.

González Cruz publicó su libro La Reina Roja. Una tumba real en Palenque en 2011 (Turner/ Conaculta/ INAH). Me dice que desea reeditarlo para agregar información y datos nuevos. El más reciente: Cuando se toparon en 1994 con tres habitaciones en la subestructura del Templo XIII, una de ellas, la de en medio, estaba tapiada y al pie del muro sellado había restos de carbón. Señal de que al cerrar la cámara se había llevado a cabo algún ritual funerario. Recientemente, el arqueólogo retomó la caja que resguardaba el carbón, sacó una pequeña muestra y la quemó. El olor le reveló que no era carbón sino copal. “Estas pequeñas cosas son las que me motivan a seguir investigando”.

Fanny:

“Después de ese año, 1994, mi vida se complicó. Me quedé sin trabajo, me quedé con la esperanza que tal vez volvería a excavar en Palenque…pero no fue así. Nunca más volví a ser parte de un proyecto arqueológico en Palenque; sin embargo, era algo que yo no podía soltar. Todo mi mundo giraba en torno a ello, incluso, cuando el Dr. Gareth Lowe me invitó a trabajar en los recorridos de superficie en el valle de Cintalapa y Jiquipilas, Chiapas; lo primero que me dijo fue: ‘Aquí no te vas a encontrar tumbotas’, refiriéndose al hallazgo del sarcófago de la tumba de la Reina Roja. Aquello había quedado tan marcado en mí, que empezaron a invitarme a dar conferencias sobre el hallazgo. No importa qué investigación esté llevando a cabo, qué proyecto tenga o en qué parte de mi vida me encuentre, Tz’ack-bu Ajaw, como Guillermo Bernal la encontró en la historia escrita del sitio, es algo que siempre me acompaña. Con interés veía algunas noticias de la Reina Roja: cuando formaron la máscara, cuando la exhibieron en la Ciudad de México, cuando volvieron a intervenir el Templo XIII, cuando sus restos regresaron a Palenque, cuando poco a poco su historia se fue completando… y yo no estaba allí, eso me entristecía, pero cuando todo eso sucedía la gente más me invitaba a dar la plática. Me descubrí entonces como una buena narradora de una historia extraordinaria que cada vez que la cuento la vivo de nuevo”.

Arnoldo:

Como el dato del copal, dato por dato y a cuentagotas se arma la historia. Y si el ajuar funerario de la Reina Roja luce su belleza por el mundo es porque día a día hay manos y ojos que investigan, encuentran un nuevo dato, arman y restauran, interpretan. Así su tocado, su máscara, su cetro, su cinturón, sus pulseras y collares, su doble diadema, toda la ofrenda. Las piedras preciosas son, también, como palabras y frases de un relato mayor.

De igual manera, junto con el equipo que formó de antropólogos físicos, en 2023 González Cruz volvió a revisar los restos óseos de la Reina Roja. De esa tarea hay información nueva que, dice, se dará a conocer próximamente. Prevalece su propuesta de conservar una pequeña muestra de los huesos, devolver el resto al interior de su sarcófago y sellarlo de nuevo, como ocurrió con los de Pakal en su tumba dentro del Templo de las Inscripciones.

Fanny:

“He caminado 30 años con ella, se ha convertido en una especie de amuleto protector, un símbolo espiritual y yo soy su portavoz, la que expresa el sentir de una mujer de la época prehispánica poderosa, fuerte, tenaz, ruda, conocedora, al mismo tiempo débil e insegura y que ha trascendido a lo largo del tiempo, de los siglos y los ciclos que se cierran y se abren; con ella parece que atravieso un portal, pues cada vez que hablo de su historia me transporto 1300 años atrás en el tiempo. De tanto que la he nombrado, que he contado su historia, hoy la Reina Roja ha llegado más lejos que el mismo Pakal El grande, ha llegado a convertirse en el escudo de un grupo de mujeres chiapanecas que como lema dicen: “Soy Reina Roja, fuerza ancestral de las mujeres” y que en sus cromosomas llevan la herencia de mujeres gobernantes, artistas y sacerdotisas. Aunque pudiera decir que esta historia es compartida entre el equipo que estuvimos allí, hoy puedo decir que esta historia es mía”.

Mientras tanto, Arnoldo, cada 1 de junio, le prende veladoras a la Reina Roja.

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