Hay sitios arqueológicos en Chiapas cuyo control perdió el INAH. La inseguridad, la incursión del crimen organizado, la violencia y el miedo que recorren el Estado desde la Sierra Madre y la Selva Lacandona hasta San Cristóbal de las Casas alcanzó a Yaxchilán y Bonampak, a donde arqueólogos y restauradores no pueden entrar desde hace más de un año. Los turistas y prestadores de servicios, tampoco. Lagartero permanece cerrado, igual que Toniná. Y se rompió el diálogo con el pasado.
Bonampak, cuya pintura mural es de las joyas más importantes y mejor conservadas de la cultura maya, está cerrado al personal del INAH. Nadie más que la delincuencia se para por ahí desde hace dos años, por la inseguridad. Área Natural Protegida enclavada en la Selva Lacandona en el valle del río Lacanjá, municipio de Ocosingo, es hoy zona fantasma.
Yaxchilán, Monumento Natural a la orilla del río Usumacinta, uno de los sitios mayas más ricos a nivel arqueológico y en biodiversidad, pide a gritos la presencia de quienes durante décadas han velado por su seguridad y conservación, pero los equipos del INAH están resguardados en Tuxtla Gutiérrez. Tampoco llegan ya los guías y los turistas. El servicio de lanchas para llegar al sitio, que ofrecían cooperativas desde Frontera Corozal, se canceló desde hace meses. Lo mismo sucede en la zona arqueológica de Lagartero, dentro del complejo de los Lagos de Colón, que tiene más de un año cerrado.
Las temporadas de campo en estos sitios arqueológicos de Chiapas, salvo en Palenque (resguardado por la Guardia Nacional y el Ejército), están suspendidas desde el año pasado. Toniná también está cerrado al público “por problemas de propiedad de la tierra”. El Parque Nacional Lagunas de Montebello, que forma parte de un Área Natural Protegida, carece de visitas y servicios turísticos por el miedo. Lo mismo sucede a Las Guacamayas y al Centro Ecoturístico Las Nubes en Maravilla, Tenejapa que abre y vuelve a cerrar por la inseguridad.
Diversas voces desde la arqueología y el turismo han alertado de esta situación en medios, sobre todo locales, la radio y redes sociales. Preocupa el deterioro al que se exponen las zonas arqueológicas. Y el silencio oficial. En Bonampak, me cuentan, el campamento de los arqueólogos ya sufre saqueos.
Olivia Lara Jiménez, directora del Centro Regional del INAH en Chiapas, quien informó a los medios locales de la situación en diciembre pasado, me toma la llamada y confirma lo anterior. Bonampak, dice la arquitecta, está abierto “pero el personal del INAH no puede entrar”, lo mismo sucede en Yaxchilán. Otros grupos tienen el control de estos sitios. Y advierte: “No podemos dar detalles” sin autorización del instituto. Por su parte, Keiko Teranishi, directora de Palenque, Yaxchilán y Bonampak prefiere que sean autoridades quienes proporcionen la información por la complejidad y el carácter delicado de ésta. Asegura que en estos días el INAH emitirá un comunicado oficial acerca del problema. Llamé y se comprometieron a dar respuesta. No la hubo hasta la hora del cierre.
Los desplazamientos forzados de comunidades enteras desde la Sierra Madre de Chiapas, debido a la ola de violencia derivada de la lucha entre cárteles por el control de los territorios, son parte de esta realidad que, desbordada, provoca daños sociales, económicos y culturales.
Lo describió antier Claudio Lomnitz en entrevista con Yanet Aguilar en estas páginas: “Cómo recuperar la seguridad en nuestro país que ha tomado el crimen organizado es el mayor tema público que hay en México”.