Desde Cisjordania hasta Chiapas hay un Banksy. Obras en aerosol y esténcil sobre los muros callejeros que aparecen de la noche a la mañana. Su misteriosa identidad a lo largo de tres décadas ha despertado la sospecha de que no se trata de un solo artista genial sino de un equipo. Como sea, su presencia en el paisaje urbano global es innegable y la pregunta está en el aire: ¿Se trata de un fenómeno o de una marca?

Poco antes de que el conflicto en Medio Oriente estallara, me sorprendió en el barrio judío de la Vieja Jerusalén un gran cartel con dos imágenes inquietantes. El icónico “Lanza flores” que Bansky pintó en el West Bank en Cisjordania, no es aquí el joven palestino con un ramillete sino un judío ortodoxo barbado. Y la célebre “Niña con globo” no aparece señalando el inflable en forma de corazón, sino que le apunta con una pistola. Se lee: “Udi vs Banksy”.

Udi Merioz es un pintor israelí que lanza su pincel contra Banksy haciendo parodias de su activismo visual desde su taller y galería en Jerusalén. Ha dicho que su problema no es con los musulmanes “si yo hubiera nacido de una madre palestina y de un padre árabe, yo pelearía por los palestinos (…) Pero nací judío y veo las cosas desde otra perspectiva”. Su problema, aclara, “es con europeos como Banksy que sentados desde su sillón nos miran como si vieran un partido de futbol (…) Su juego es sentirse moralmente superiores para juzgarnos”.

Udi vende mucho, pero su obra antibanksy carece de éxito comercial. Quizá porque el artista británico nacido en Bristol es un símbolo de la subversión visual, la rebeldía en aerosol, la voz contra la guerra, el consumo, la violencia y la inequidad en ciudades de todo el mundo. Para quienes hacen street art es quien inspiró el gran movimiento en el que el grafiti se legitimó. Su presencia ha tenido un impacto innegable en la cultura contemporánea desde que inició la revolución del esténcil.

En noviembre visité la exposición The art of Banksy en Londres. Cerca de Picadilly Circus, la galería Regent Street le dedica tres pisos. Se exhiben 145 piezas adquiridas por coleccionistas privados, desde 1990 cuando era parte de una banda clandestina de grafiteros, hasta otras más actuales donde su estética llega cargada de poesía, pero también de crítica y sarcasmo. Aquél artista underground hoy tiene 12 millones de seguidores en Instagram y cotiza en millones de dólares.

El recorrido por la muestra es tan gozoso como perturbador. Huele a Warhol y a Basquiat cuando la escena cotidiana deviene en manifiesto político y social. “En el futuro todas las personas serán anónimas por 15 minutos”, advierte Banksy. Entre sus proyectos impacta: “El Walled Off Hotel” que el artista abrió en Belén en 2017 con 10 cuartos decorados con su obra y la de artistas palestinos. Tienen “la peor vista del mundo”, anuncia, porque sus ventanas dan al muro impuesto por Israel. Su distópico parque de juegos “Dismaland”, parodia dark de Disneylandia, una crítica a la corporativización del ocio. Su apoyo a Greenpeace y a Ucrania, su Jesús en la cruz con bolsas navideñas en las manos.

La gran tienda de la galería vende productos “Banksy”. Toda la parafernalia posible con la reproducción de su obra. La “Niña con globo”, que se autodestruyó luego de subastarse en Sotheby´s por un millón de libras y que luego se revendió en 18 millones, reproducida en todos los tamaños y formatos igual que otras de sus obras más conocidas.

De pronto, la frase de Banksy en un muro: “No podemos hacer nada para cambiar el mundo hasta que se desmorone el capitalismo. Mientras tanto todos deberíamos ir de compras para consolarnos”.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS