Annie Leibovitz y Kim Phuc: La primera es neoyorquina, genial fotógrafa de las estrellas, el cine, el rock y las celebridades políticas, autora de las imágenes en Ucrania que, en plena invasión rusa, han dado la vuelta al mundo estos días en medio de una enorme controversia. La segunda es vietnamita y su retrato en plena huida, víctima de un bombardeo de napalm, cambió el curso de la guerra de Vietnam hace 50 años. Hoy ayuda a refugiados.
Kim Phuc Phan Thi tenía nueve años cuando el 8 de junio de 1972 un avión bombardeó su alea, Trang Bang, cerca de Saigón en Vietnam del Sur. Carbonizada su ropa, corría con el 65% de su cuerpo quemado y gritaba “¡Muy caliente!” En la misma carretera estaba el fotógrafo vietnamita Nick Ut, de la agencia AP, quien registró el instante para darle la vuelta al mundo, cimbrar a la sociedad internacional y a la opinión pública estadunidense de manera que la foto contribuyó al fin de la guerra.
¿Qué pasó inmediatamente después? Nick Ut disparó el obturador, corrió por la niña, la cubrió con una manta, la subió a su coche y la llevó al hospital. Luego de 14 meses internada y 17 cirugías salió, pero las secuelas psicológicas persistieron hasta 1982. Tras la guerra, el gobierno comunista le permitió estudiar en Cuba, donde aprendió español y conoció a su marido. En 1992, cuando volvía de su viaje de bodas en Moscú, hizo escala en Canadá y pidió asilo político. Desde hace 15 años es embajadora de buena voluntad de la Unesco.
El pasado 4 de julio, Kim Phuc reapareció. La vemos en un video distribuido por Open Arms y la fundación Solidaire. Se encuentra en Varsovia con Enrique Piñeyro, capitán aeronáutico, actor y productor de cine, italiano nacionalizado argentino. Se abrazan, él le dice que aquella foto suya marcó su infancia; ella le responde, entre risa y llanto, que de niña la odiaba “¿por qué me tenían que retratar así desnuda?” Para darle sentido a su historia creó una fundación dedicada a ayudar a infancias víctimas de guerra. Entonces, junto a este piloto que tiene avión propio y una larga trayectoria en este tipo de acciones voluntarias, deciden trasladar a 236 refugiados, niñas y niños ucranianos que lo han perdido todo, víctimas de la invasión rusa, a Canadá.
No muy lejos de ahí, Annie Leibovitz retrata en Kiev a Olena Zelenska, primera dama de Ucrania, para Vogue. También a su esposo, Valodomir Zelensky, en la oficina de gobierno. Titula la portada Retrato de Valentía. Vestida con ropa de diseñadores de su país, “volcados a la movilización en busca de apoyo”, y con una escenografía aséptica y dolorosamente “bella”, la joven protagonista le habla a la reportera Raquel Donadio del sufrimiento del pueblo ucraniano, los huérfanos, la tristeza de familias separadas… aunque ni el pueblo ni el hambre ni las infancias ni la tragedia humana aparecen en las imágenes. En su discurso ante el Congreso de Estados Unidos, conectada con su generación, Olena, también guionista, comparó esta “guerra de exterminio” con Los juegos del hambre.
Al final del reportaje, los créditos de rigor a los encargados del estilo, el maquillaje, el peinado, la producción…
Me pregunto: ¿Nos escandalizan más las fotos que la barbarie de Putin? En el siglo XX la imagen de Kim Phuc contribuyó al fin de la guerra de Vietnam. Las de Annie Leibovitz, en el siglo XXI ¿qué aportan a la historia? Es pronto para saberlo. Imposible no pensar en su pareja, Susan Sontag: “Por espectaculares que sean, las fotografías son un mal sustituto de la realidad”.
adriana.neneka@gmail.com