En medio del shock por la muerte de Raúl Padilla, escribí en redes: Ninguna institución cultural ha promovido el amor a los libros y la lectura como la FIL de Guadalajara. Ninguna ha celebrado tanto a los autores y las escritoras. Ninguna ha reconocido al periodismo cultural con tanta dignidad. Ahora, más serena, lo reitero con absoluta convicción.

El presidente y fundador de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se quitó la vida. Quiero entender que, como me dice una amiga: “La persona que se suicida no es que se quiera morir, es que ya no quiere sufrir más”. Y aunque su ausencia sea de un impacto profundo en México y el mundo, pensar en la vitalidad cultural de todo lo que dejó, consuela. Porque, encima de todo, Raúl Padilla dejó al mundo un legado inconmensurable.

He ido a la FIL: como reportera, para cubrirla; como autora, a presentar libros; como integrante de algún jurado, a aprender de los demás; como ponente… Pero también he ido por mi cuenta como lectora, sin compromisos de trabajo, ávida de conocer a mis autoras y escritores favoritos o para descubrir voces nuevas. Escuchar es un placer recurrente en presentaciones, conferencias y debates de gran nivel, o en la intimidad del Salón de Poesía. He visto gente alborotada y en paz, con la adrenalina en su mejor momento o con ojos desvelados. Hay lectoras que llevan maleta de rueditas para llenarlas de libros, niños y niñas corriendo en busca de cuentos o en la tranquilidad de algún taller. Hay de todo, menos personas de mal humor dentro de la FIL.

La feria más importante de habla hispana en el mundo es democrática porque inyecta de entusiasmo al gran editor y a la pequeña editorial independiente. Al premio Nobel y a la joven poeta o al promotor de la lectura. Siempre hay largas filas para entrar a un lugar del que nadie quiere salir. A veces, feria de vanidades, es cierto, pero también de comuniones en el auténtico encuentro de lectores con sus autores, sin acarreos. Espacio de calidad para la promesa y la construcción de talentos y vidas creativas. Para la formación de generaciones lectoras con espíritu crítico y amor por la literatura. Para el encuentro catedrático, el de booktubers o el de los mil jóvenes con grandes figuras de las letras.

Además, la FIL organiza muchas actividades como las visitas de autores a las escuelas. Me tocó en 2019 conversar con alumnos de una prepa. Tan rico el encuentro como el del público en la presentación de un libro. Tan reveladora la mesa redonda de escritores europeos, como la de poetas de lengua indígena. Si hay algún lugar donde la escritura y la lectura es motivo de celebración, está aquí. Si la feria comienza con el Premio FIL, el de Literatura en Lenguas Romances o el Sor Juan Inés de la Cruz, se clausura siempre con el Homenaje Nacional “Fernando Benítez” al Periodismo Cultural. Quienes ejercemos este oficio jamás soñamos antes con un reconocimiento así. Y Padilla, el primero en tomar la palabra y ejercer el respeto.

Fue líder, político controvertido, empresario, gestor, organizador de equipos, creador del Festival Internacional de Cine de Guadalajara y múltiples instituciones culturales más, pero quedará en la historia y en la memoria colectiva, sobre todo, como creador de la FIL. Tuvo la visión de organizar una gran feria sin escatimarle un ápice al mundo de los libros. Y de sostenerla durante 36 años, con todo y una pandemia y los embates desde el poder.

Ojalá que su estela deje un gran aliento a quien tenga el valor de tomar la estafeta y defender a la FIL con su inteligencia y su pasión.

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