Mi reconocimiento especial a las y los ciudadanos que, aún con pandemia, salieron a las calles a votar el pasado 6 de junio, ya sea para castigar a los malos gobiernos o esperanzados en que la oposición pueda ayudar a disminuir las crisis de seguridad, economía y salud que vivimos.

Invaluable fue el trabajo de quienes integraron las mesas de casilla, pues su dedicación y vigilancia demostraron que para defender y proteger a la autoridad electoral, hay que involucrarse para dar certeza a la validez de cada voto.

Más de 49 millones de personas, de las 93.3 millones registradas en el listado nominal, participamos en las elecciones para ejercer nuestro derecho ciudadano. La participación ciudadana en un proceso electoral intermedio se incrementó en promedio cinco puntos porcentuales, y es un gran paso que debemos celebrar.

Felicito y reconozco a las y los candidatos de mi partido, Acción Nacional, y de la Coalición Va por México, que nos representaron en la elección más grande de la historia reciente en nuestro país.

Sin embargo, los resultados obtenidos no pueden leerse en blanco y negro. Los triunfos y las derrotas deben analizarse a la luz de la realidad que se vive en cada municipio (2,468 a nivel nacional), y para quienes militamos en un partido político, nos obligan a hacer una profunda reflexión de lo que las mexicanas y los mexicanos exigen con su participación e incluso con su abstención, que en esta ocasión alcanzó el 47.34%.

Si bien obtuvimos victorias en la Ciudad de México y parte del Estado de México, es fundamental revisar y analizar por qué perdimos dos de cuatro gubernaturas; por qué no se logró ninguna diputación federal de mayoría en 12 estados de la República; por qué perdimos presencia en gran parte de los Congresos locales y qué hicimos para exigirle al gobierno federal condiciones de seguridad para quienes participaron y vivieron también la violencia por parte del crimen organizado.

La autocrítica debe ir más allá de nuestras diferencias internas, ya que la construcción de alianzas y coaliciones locales han desdibujado nuestra identidad y puesto en duda nuestro talante democrático. Desde el 2009, priorizamos las designaciones y dimos la espalda a nuestra democracia interna, esa que salimos a defender hoy con tanta vehemencia ante el autoritarismo de la actual administración.

En 2012, al perder el gobierno federal, tuvimos una lucha intensa para definir quién mantendría la interlocución con el gobierno en turno. En 2018, derivado de múltiples victorias en los gobiernos estatales, las alianzas se basaron en definir qué élites panistas encabezarían la candidatura a la Presidencia de la República y no sobre un proyecto para una Nación pluricultural, diversa y multicolor.

En 2021, las coaliciones también fueron producto del acuerdo entre las cúpulas partidistas, bajo el argumento de derrotar al tirano y fortalecer la democracia nacional, para que todas las voces sean escuchadas.

No califico si fueron buenas o malas, los resultados están a la vista y son más que números. Ver esta elección solo en números y cifras nos asemeja a quien tanto combatimos y su manera de dirigir al país. Ningún triunfo en cualquier sustituye a la derrota en otra parte del territorio nacional.

Estamos obligados a analizar --sin egoísmos ni revanchas políticas-- lo sucedido y lo que debemos hacer de cara a los retos futuros para atender y ofrecer respuesta a los problemas comunes, sin perder la dimensión exacta de las circunstancias sociopolíticas, y actuar en congruencia para precisar la estrategia a seguir.

Hay que impulsar nuestras voces críticas y liderazgos --sin añoranzas-- para recuperar el propósito de luchar por las causas que dieron origen a nuestra institución. Debemos trabajar en la restructuración de nuestro partido, ver hacia el futuro para ser competitivos en próximas elecciones.

Necesitamos erradicar cualquier tentación autoritaria y fomentar un diálogo tolerante que anteponga nuestros principios y valores sin rehuir los evidentes conflictos internos, bajo la premisa de evitar la confrontación.

Hay que combatir el control cupular y de las élites partidistas con la misma congruencia con la que exigimos que el gobierno federal dirija al país.

Todas y todos los militantes de Acción Nacional estamos llamados a participar en los necesarios cambios para consolidarnos como opción política. Nuestro destino no debe ser definido solo por algunos. Ser omisas y omisos nos haría parte del problema y debemos ser actores en la construcción de nuestro porvenir.

Acción Nacional es un partido con identidad. Sé que en 2024 podemos pasar de la simple promesa y de la orden que aniquila nuestra inteligencia política, a consolidar y mejorar nuestro presente, a ser parte de lo que queremos que sea este gran partido para beneficio de la sociedad en su conjunto.

Tenemos una historia que respalda nuestros logros, una clara identidad democrática y el compromiso de una militancia dispuesta a sumar voluntades y aportar propuestas de bien común.

Diputada federal

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