Adriana Dávila Fernández
Política y Activista
México tiene un largo camino hacia la educación de calidad y muchos son los esfuerzos, especialmente desde las organizaciones de la sociedad civil, que se han hecho para intentar mejorar nuestro sistema educativo. El reto no es fácil y por supuesto que es producto de las enormes resistencias de muchos grupos.
Las reformas educativas impulsadas en al menos los últimos 20 años son las que más polarización han ocasionado. Los intereses de grupo o de partido han sido factor que impiden que en el centro de la discusión esté lo más importante para el país: las niñas y los niños de México.
López Obrador pensó que hablar sobre educación era repetir el modelo que siguió: 14 años en graduarse.
Ya sabemos que él quiere a los mexicanos más pobres y más enfermos, lo ha evidenciado con sus decisiones estos cinco años, pero ahora como estocada final, casi cuando concluye su mandato, nos confirma que quiere un país ignorante y adoctrinado.
Con el pretexto de un nuevo modelo educativo, la cuarta transformación pretende distribuir libros de texto que contienen errores ortográficos y gramaticales, información errónea y una gran carga ideológica y política con la que se pretende manipular a la niñez.
Especialistas, líderes de opinión e instituciones dedicados al análisis de la política pública, han advertido de los graves errores -contenidos que carecen de congruencia, vinculación entre capítulos, vocabulario inapropiado para los niveles educativos, así como de actividades mínimas para estimular el proceso de aprendizaje-. que a primera vista parecen ser intencionales para normalizar temas y datos de modelos utilizados hace más de 60 años, por personajes que políticamente han sesgado la información a conveniencia.
No son mínimos los errores que ahí se plasman: se pretende sustituir la formación que corresponde única y exclusivamente al ámbito familiar, se confunde el papel del gobierno y lo que significa la inclusión.
Las matemáticas, las ciencias, la lógica y la ética prácticamente desaparecen. Pretenden sustituir la gramática con los modismos, muchos de ellos usados por el propio presidente y que han sido motivo de críticas: "dijistes, creístes...", como si lo común fuera lo correcto. Este nuevo modelo pretende imponer ideología que mantenga a las nuevas generaciones, sumisas y obedientes de sus “líderes”.
No se quedan atrás las guías para los maestros. Desde el gobierno, se pretende imponer una sola forma de pensar, se manosea la historia y se exalta a López Obrador como si México existiera solo a partir de su llegada a la presidencia de la República. El culto a su personalidad es cada día más peligroso.
Al igual que lo hizo el inquilino de Palacio Nacional con diversos temas, en los textos se advierten dosis de confrontación, resentimiento, discriminación y predomina la división y el odio. Nuevamente se pone la lucha de ricos contra pobres, se sataniza al emprendedor y se exalta al “líder social”, ahora presidente.
La mente que está detrás de estos polémicos libros que han resultado ser una aberración de la llamada Nueva Escuela Mexicana, es el polémico Marx Arriaga Navarro, Director General de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública y adivinen quién lo secunda: nada más y nada menos que Sady Arturo Loaiza Escalona, quien fuera director general de proyectos especiales del Ministerio del Poder Popular, para las comunas y los movimientos sociales del Gobierno de Venezuela.
Este hecho hace más evidente la extensión de la máxima de la política chavista -la pretendida igualdad que se traduce en que todos sean más pobres, hermanos en igualdad de carencias, de falta de oportunidades y de un desastre económico que es estimulado con el adoctrinamiento que justifica, una y otra vez, que es necesario por el pueblo bueno y por la revolución-, a merced del socialismo que mantiene, en la miseria y la ignorancia a países como Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La obsesión es llevar a México por la misma ruta, para convertir a sus habitantes en un séquito de autómatas cuatroteístas, que deben seguir la voz de un líder, para que quizás en alguna década, puedan alcanzar el bienestar.
Por ello es que la Unión Nacional de Padres de Familia emprendió acciones legales. Una jueza concedió una suspensión definitiva en contra de la entrega de dichos materiales y ordenó a la SEP informar sobre el proceso legal para su elaboración. ¡Y sí, adivinaron! Fiel a su costumbre de desafiar a la autoridad, el presidente violó el mandato judicial y ha instruido continuar con la distribución.
El tema no es menor y aunque muchas personas e instituciones están dando la batalla, necesitan también del respaldo ciudadano. Por eso, es ineludible una mayor cohesión entre quienes nos oponemos a continuar con este modelo de gobierno, que ha dado un paso peligroso para envenenar a la niñez mexicana, dejando de lado la necesidad de estimular el pensamiento crítico y dotar de las herramientas mínimas para que el estudiantado se comunique de manera correcta, pueda realizar operaciones básicas y desarrolle sus habilidades en beneficio de su comunidad y por tanto, del país.
Es fundamental que los tomadores de decisiones establezcan una ruta para la defensa ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, organismos internacionales y de ser necesario, para la movilización social, si queremos detener el adoctrinamiento de lo más preciado que tenemos.
El inquilino de Palacio Nacional confundió las aulas con su partido político, ese partido que representa lo más arcaico y retrógrada en la política pública, quiere convertir a nuestras niñas y niños en sus siervos. Las escuelas no deben ser, por ningún motivo, un espacio para la promoción electoral de ninguna ideología.
Por eso, no hay tiempo que perder. La defensa de la educación debe ser prioritaria para todos nosotros, si lo que queremos es construir un mejor Porvenir para México. Después será demasiado tarde.