Hace algunos meses, mi amiga Gaby enfáticamente me comentaba que la valentía no era la ausencia de miedo, sino a pesar de él y de los obstáculos de la vida, seguir caminando para enfrentarlo. Hoy como nunca estoy clara de lo que esas palabras significan.

La realidad refleja, por lo menos en este país, que aún hay muchas barreras que las mujeres debemos romper para encontrar condiciones de igualdad en nuestra participación político-electoral y en muchos otros ámbitos.

Cuando anuncié mi decisión de participar en la renovación de la dirigencia nacional de mi partido --una vez que se emita la convocatoria-- no faltaron los comentarios de muchos tomadores de decisiones del PAN que señalaban, entre otras cosas, que mi anuncio solo tenía que ver con pretender negociar alguna posición, pues solo ven en el escenario a otros varones que ocupan u ocuparon cargos públicos.

Unos más cuestionaban mi trayectoria política, a pesar de que mis cartas credenciales profesionales están la vista. Incluso, hay quienes asumen aún que nada hay qué hacer ante los "supuestos" acuerdos cupulares de los "liderazgos", en su mayoría varones, porque así son las cosas en México.

Estoy convencida que esto, más que reflejar una debilidad, evidencia el tremendo temor de quienes menosprecian nuestra fuerza y la carrera forjada a través de los años, que han marcado el camino que las mujeres tenemos que recorrer para enfrentarnos a esos micromachismos.

Mi participación tiene que ver con muchas otras cosas más, principalmente con incentivar nuestra vida democrática interna, fortalecer una oposición que está obligada a ser alternativa para México y continuar con el camino que han emprendido muchas, antes que yo, para cerrar las brechas de desigualdad a la que todos los días nos enfrentamos.

Asumo el reto en la mejor etapa de mi vida, personal y profesional, porque me he forjado desde la cultura del esfuerzo y la resiliencia, y porque tengo la obligación pública y política, de hacer un llamado a miles de mujeres para que rompan las barreras del miedo, se atrevan a reconocerse y ser valientes para que desde la política resolvamos los grandes problemas que aquejan al país y las enormes deficiencias de un gobierno que no nos entiende y menos nos atiende.

Confío en las mujeres de mi partido. Es momento de que la sororidad de la que tanto se presume con iniciativas presentadas en los Congresos federal y locales, sea una realidad, porque no tenemos que seguir demostrando que somos capaces y tenemos trayectoria.

Tomé la decisión de alzar la voz, porque en el camino me he encontrado a mujeres dispuestas a dar la lucha conmigo y a hombres que no le temen ni a la paridad ni a la igualdad, que nos reconocen y apoyan, porque también están ávidos de un cambio y porque quieren seguir caminado sin miedo.

Nuestro objetivo es ganar la elección. Ante las voces que dicen que hace falta “una buena secretaria general para el partido”, mi respuesta es que lo que hace falta es una dirigencia con fuerza, capacidad, audacia y principios para un partido del siglo XXI.

Estamos frente a una oportunidad histórica de darle un nuevo rostro al PAN, de tomar conciencia del papel que nos toca desempeñar para inhibir el dolor evitable y presentar propuestas innovadoras que entiendan y atiendan las demandas ciudadanas en búsqueda del bien común.

Quienes estamos en esta brega de eternidad entendemos que México nos necesita fuertes, congruentes con los valores que nos han dado esencia. No debemos ceder a la resignación. Nos toca avanzar con paso firme y sin miedo.

Como también lo dice mi amiga Vanesa, por ningún motivo estoy dispuesta a regalar mi silencio ni a este gobierno que tanto nos ha dañado, ni mucho menos dentro de mi partido.

Estoy firme en el compromiso de mover las almas libres y valientes de Acción Nacional, que no se resignan ni a la mediocridad ni a la simulación de una oposición. Necesitamos ser una verdadera alternativa en este México en donde las mujeres no valemos, si no nos hacemos valer.

Diputada.

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