La discusión sobre el informe que presentara Xóchitl Gálvez para titularse como ingeniera subió de tono ante la opinión pública, luego de los señalamientos de diversos líderes de opinión afines a la cuarta transformación, pero también de actores que han manifestado simpatía por la senadora hidalguense.
La embestida oficialista no se hizo esperar. Los silencios guardados en el caso de la tesis de Yasmín Esquivel Mossa, que ocupa un cargo sin cumplir con los requisitos constitucionales para el mismo, se convirtieron en estruendosos gritos cuatroteístas que, en percepción de los morenistas, “purifican” los errores de la “ministra”. El plagio fue evidente y comprobado no sólo en su tesis de licenciatura, sino también en la maestría, ambos documentos eran iguales a otros ya elaborados, en más de 90 por ciento. La esposa del empresario favorito de López Obrador -quieran o no- será siempre señalada por su corrupción intelectual y sus sentencias estarán bajo la sombra de la ilegalidad.
En principio, nadie puede ser omiso ante la falta académica en cualquiera de los dos casos. Es necesario detenerse un momento para el análisis riguroso de los requisitos escolares que acreditan a los profesionales del país y las faltas que se cometen en el camino. Es fundamental que la Secretaría de Educación Pública (SEP) y las universidades en México revisen y actualicen los mecanismos para comprobar el otorgamiento de grados académicos y la expedición de cédulas profesionales.
Para nadie es desconocido que el oficialismo enturbia las aguas políticas pretendiendo inundar la casa de los adversarios. Hay quienes aseguran que el golpe asestado contra la coordinadora del Frente Amplio por México, le causó un daño irreversible. En lo personal, no comparto esa tesis. Parafraseando al inquilino de Palacio Nacional, Xóchitl Gálvez demostró que efectivamente “no somos iguales”. Ante la crítica pública, estas son las diferencias:
Xóchitl enfrentó prácticamente de inmediato la crítica y los señalamientos, asumiendo su responsabilidad:
“Si la falta de referencias en 2 o 3 por ciento del texto es suficiente para anular mi título, acataré la decisión de mi querida UNAM y volveré a presentar un nuevo trabajo para titularme”.
No esperó la defensa de ningún líder partidista, no se escondió tras la figura de los dirigentes y no buscó culpables, le dio valor a las instituciones y, con hechos, señaló que para ella, “la ley sí es la ley”.
Y no, mis líneas no pretenden justificar lo injustificable, que ya tiene consecuencias mediáticas y probablemente jurídicas, porque debemos estar conscientes de que no podemos permitirnos “detalles descuidados”. Nuestras acciones deben tener como pilar fundamental la congruencia, característica inexistente en muchos miembros de la clase política, pero especialmente en los cuatroteístas, que cambian de principios como de camisetas.
Por eso, la respuesta de Xóchitl ante sus equívocos, nos permite, como primera pincelada, comparar los proyectos políticos que se estarán ofertando en los siguientes meses:
Los que pretenden un nuevo piso para “la transformación”, solo ofrecen la continuidad de sus errores y omisiones: la evasión de responsabilidades, la negación de los problemas, las culpas a los adversarios, las licencias de impunidad a conveniencia, la corrupción como requisito y el siempre infaltable recordatorio de “estás conmigo o contra mí”, la constante amenaza y el peso del gobierno como instrumento eficaz para la extorsión política, el cinismo como norma, la sumisión como costumbre y la demolición como instrucción.
Los que queremos el necesario golpe de timón aspiramos a que se asuman con valentía y eficiencia las responsabilidades públicas, se visibilicen los problemas y se acepten los errores gubernamentales sin usar puertas falsas al pasado, la aplicación de la ley para quienes la violen y cometan actos de corrupción, el ejercicio pleno de nuestras libertades, el respeto y la tolerancia a la diversidad de expresiones o pensamientos, la decencia como norma, la dignidad como costumbre y la construcción del bien común desde la pluralidad.
Sí, mucho debe corregirse desde el Frente Amplio por México. La sensatez nos exige admitir que el costo de cualquier error de la coordinadora del FAM, de los dirigentes partidistas, de las organizaciones ciudadanas, pone en riesgo la credibilidad del proyecto que impulsamos. El momento político que vivimos no admite descuidos, ni fomento alguno a las improvisaciones; debemos enfocar nuestros esfuerzos a comunicar adecuadamente y demostrar que somos la alternativa de gobierno que piensa en todos los mexicanos y no sólo en unos cuantos.
Política y activista