Luego de cinco años de nulos resultados en su gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador está empeñado en usar todos los recursos a su alcance para mantener el poder presidencial. Consciente de su fracaso como gobernante, decidió, sin empacho, potencializar el único papel en el que ha sido exitoso: el de dirigente y, a su vez, jefe de campaña de su movimiento.

Inspirado, creado, estructurado a partir de él, su partido MORENA se convirtió en el instrumento de control del tabasqueño, que lo llevó a la presidencia de la República, con lo cual nos demostró a todos que lo suyo, lo suyo, no era buscar el bien de la Nación, sino concentrar poder y riqueza para sí mismo, los miembros de su partido y aliados, a costa del dolor de quienes juró representar y de la corrupción que también juró combatir.

La saña con la que iniciaron los ataques sincronizados contra Xóchitl Gálvez, incluso previo a ser oficialmente la representante del Frente Amplio por México, es evidente. Ha echado a andar la maquinaria, alineando a sus difusores en medios y redes, a legisladores, gobernadores, secretarios de Estado, servidores de la Nación y un largo etcétera, bajo el mismo discurso, las mismas frases, los mismos temas y las mismas mentiras, para descalificar a quien no imaginó evidenciaría que el “luchador social” era sólo un impostor.

En el actuar del presidente y su gabinete hay una permanente violación a la Constitución, a la ley, a las normas; se ha consentido una corrupción desmedida, evidenciada por investigaciones periodísticas y de instituciones reconocidas, e incluso aceptada y justificada por el propio gobierno, aunque después se meta en la espiral de descalificaciones con el apoyo de todo el aparato del poder público.

El último escándalo es el de los hijos de su chofer (no chofer), que de la noche a la mañana se convirtieron en exitosos terratenientes que invirtieron ¿su dinero?, justo por donde pasa el tren maya. ¡Qué casualidad!

De ahí la insistencia en dejar sucesores en todos los espacios posibles, empezando por la primera magistratura, pues el gobierno les ha resultado el negocio más jugoso que jamás hayan tenido: recogen ganancias millonarias desperdiciando los impuestos de los mexicanos que, finalmente, son los que pagan las consecuencias, porque a diferencia de empresarios serios que arriesgan el producto de su trabajo, los cuatroteístas usan el dinero de los contribuyentes so pretexto de que todos ellos son el pueblo encarnado.

Y a punto de fenecer esta administración lopezobradorista, se pretende heredar el cargo con las mismas mañas, las mismas cantaletas para justificar las “aportaciones” que se van a recibir. Sí, Claudia Sheinbaum, ni tarda ni perezosa,

repite los mismos patrones y replica la fórmula obradorista, mimetizándose al mandatario y apuntalando el tipo de gobierno que pretenden perpetuar. Baste un repaso rápido al recién nombrado equipo de campaña (que dicen no es equipo de campaña).

Adán Augusto López Hernández será el coordinador político de su movimiento, es decir, el encargado de todas las negociaciones con los grupos morenistas y la repartición de posiciones. El paso histórico de este tabasqueño, ex secretario de gobernación por su proceso interno, será recordado por el derroche de recursos, producto quizás, de vínculos poco transparentes con personajes señalados como parte de los grupos delincuenciales dedicados al robo de huachicol.

A pesar del gasto excesivo y la opulencia, acompañados de filtraciones internas -que no fueron ataques precisamente de los adversarios- sobre su vida personal, el rédito político fue prácticamente nulo. ¡Tanto dinero para tan pocas preferencias! La atención se centró en el uso de aeronaves, con aparentes fines románticos, que se intentaron desmentir con la aparición repentina de su cónyuge en la campaña.

Ricardo Monreal Ávila, luego del “estate quieto” que le fue propinado desde Palacio Nacional, sólo mostró que la valentía momentánea, el respeto a la ley y la fuerza aparente en el Senado de la República, no resistió el embate presidencial y dejó claro que él, sin el aval del mesías de Macuspana, entre la población, efectivamente "no es nada". A pesar de su enorme experiencia en la política y su paso por diversos partidos políticos, alcanzó apenas un posicionamiento mediocre y casi testimonial que solo para le sirvió para colocar a su hija en la candidatura de la alcaldía Cuauhtémoc, total ¡todo queda en familia! Si ya están los hermanos, ¡qué más da que ahora corresponda a su hija continuar con el “legado” político de los Monreal! Tampoco se olvidan las filtraciones de grabaciones amorosas del zacatecano, que también fueron “fuego amigo interno”.

Y el nombramiento de Gerardo Fernández Noroña como coordinador de voceros de la aspirante presidencial, refleja el tono que tendrá la campaña de quien no duda en cumplir, al pie de letra, las instrucciones de su "compañero patriarca". Mucho se ha comentado sobre el posicionamiento logrado por el oriundo de Iztapalapa que quedó en el tercer lugar de las corcholatas, pero lo que no se dice es que los porcentajes reflejan también la postura del partido satélite que lo postula y que anhela llevarse una rebanada más grande del pastel electoral y su correspondiente tajada de recursos públicos.

Un día previo a su nombramiento, fiel a su costumbre, el legislador con licencia se victimizó, como lo hace el presidente, señalando que lo “querían inhabilitar de por vida” debido a la sentencia que tuvo que cumplir por mandato del Tribunal Electoral, producto de la acostumbrada violencia de género que pretende normalizar. Con ello, demostró que no hay ley que cambie conducta humana y que la sentencia se quedó corta con quien pretende debatir desde los gritos y la ofensa.

Su sentencia, luego de la demanda que interpuse ante el Instituto Nacional Electoral, fue la primera en México que sanciona una conducta que no debería ser parte de la vida política de ningún país.

La conformación de este equipo político de la ex jefa de gobierno de la CDMX es un tributo a López Obrador, que grita, cual canción del divo de Juárez, “se parecen tanto a ti, que podemos engañarlos”, refiriéndose a ese pueblo que se quedó esperando la solución a sus problemas, mismos que no solo no fueron resueltos, sino más bien agravados en este sexenio fallido.

Los tres personajes en cuestión son el fiel reflejo de la personalidad de Andrés Manuel López Obrador, el actuar oscuro, los cadáveres en los closets y la estridencia hecha persona. Esa es, en resumen, la única transformación que prometen: convertirse en la caricatura de un presidente que se negó a gobernar para todos. De quien se supone recibió “el bastón de mando”, poco hay que decir, simplemente porque aceptó ser la pantalla en esta obra de teatro, en la que no importa ser bufones, mientras se rinda tributo al patriarca de Macuspana.

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