El veredicto en contra de Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón, es también una condena para los gobiernos de México que han fracasado en el combate contra el crimen organizado.

Entre 2019 y 2020, ya con Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia de la República, fueron detenidos por autoridades de los Estados Unidos, los exsecretarios García Luna y el General Salvador Cienfuegos, cuyas capturas festejó en grande el tabasqueño.

“Esto es una muestra inequívoca de la descomposición del régimen de cómo se fue degradando la función pública en el país durante el periodo neoliberal… No vamos a encubrir a nadie”.

Repentinamente, vino el cambio no sólo en el discurso sino en las acciones. Se iniciaron las conversaciones con el gobierno de Estados Unidos para solicitar la extradición del Secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Dijo entonces Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de López Obrador, que el proceso seguiría en México, con base en las pruebas que ofreció el Departamento de Justicia. Nada pasó y el militar fue exonerado -incluso lo vimos cerca del inquilino de Palacio Nacional en la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.

Ante los hechos, es innegable que su liberación es producto de un acuerdo de alto nivel, mientras que en la cárcel y esperando ya condena, está el civil a quien el gobierno morenista culpa de todos los males de nuestro país. ¿Qué en el combate contra el crimen organizado no participan también las fuerzas armadas?

En esta traginovela de corte político electoral, disfrazada de justicia, nadie gana, ni siquiera los que festejan, porque cuando así convenga a nuestro vecino país del norte, estarán en el banquillo de los acusados. Baste recordar que durante los juicios de Joaquín Guzmán “El Chapo” y del propio García Luna, los mismos que lograron con sus testimonios el veredicto de culpabilidad de este último, señalaron acuerdos con Gabriel Regino, subsecretario de Seguridad Pública con el tabasqueño, que estuvo bajo el mando de Marcelo Ebrard, en el entonces gobierno del Distrito Federal. En el argot cuatroteísta, el funcionario recibió “cash para una campaña”.

Los morenistas no quieren entender y menos les interesa aceptar, que la única víctima es México. Ahí están los datos sobre la expansión territorial del crimen organizado y más de 143 mil homicidios que enlutan a nuestra Nación.

Estados Unidos -como siempre suele hacerlo- queda como el “país justiciero” que, sin empacho, nos usa de carnada electoral, lo cual no es muy distinto de lo que hace en nuestro país López Obrador en su establecido reino de la impunidad. Ambos países tendrán elecciones presidenciales en 2024.

Ni tardo ni perezoso, Mario Delgado con su cinismo acostumbrado, anunció en un video que pedirá al Instituto Nacional Electoral (INE) -sí, ese que llevan meses queriendo destruir- que le quite el registro al Partido Acción Nacional (PAN). Rápida y mediocre acción para tan corta memoria.

Sin duda, sobre los errores de las decisiones tomadas en los sexenios encabezados por Acción Nacional, el juicio ciudadano se dio en las elecciones de 2012 y 2018. Por supuesto, nadie puede oponerse a que se investiguen acciones u omisiones de los funcionarios en esos periodos, como también es fundamental que, de existir culpabilidad, se acredite con pruebas, no con dichos.

López Obrador asumió el gobierno hace poco más de cuatro años; incluso organizó una de las tantas farsas electorales que tanto le apasionan: la famosa “consulta de juicio político a los expresidentes”. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¡Absolutamente nada! ¿Qué va a pasar en lo que resta del sexenio? ¡Absolutamente nada!

Para desgracia de nuestro país, seguiremos viendo desde el púlpito presidencial, los continuos autoelogios, las descalificaciones permanentes a las voces críticas, la evasión de las responsabilidades, la simulación de la justicia, las “estrategias políticas a la segura”, como la confesada hace unos días por el propio presidente: “yo dedico mi trabajo más a convencer a toda la gente que tiene la mente más en blanco”.

Más allá de las bravuconerías y envalentonadas expresiones de miembros de la cuarta transformación, que no tienen ni la congruencia, ni la ética pública para descalificar, no debemos olvidar las ligas, los sobres amarillos, “la biblia”, las maletas, los saludos y convivios en Badiraguato, las liberaciones, la intervención “humanitaria” ante Estados Unidos y un largo etcétera, que tarde que temprano tendrá el implacable juicio de la historia.

Hoy más que nunca, hago un llamado a los panistas de este país para que hagamos un ejercicio profundo de autocrítica y análisis sobre nuestro actuar público institucional, pero también para defender la historia y logros de Acción Nacional, que mucho tenemos que compartir con las generaciones y aplicar la máxima de Gómez Morin: “que la derrota no paralice, sino que instigue, que el simple apetito no se mezcle jamás con el propósito, que si falta un responsable haya muchos otros para sustituirlo”. ¡No es momento de tibiezas!

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