En junio de 2021, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que enviaría al Congreso de la Unión, tres reformas constitucionales en las que tenía especial interés: La Eléctrica, la de Guardia Nacional y la Electoral. En otras colaboraciones he abordado ya de manera concreta lo que significa cada una, pero puedo decir con claridad que ninguna de estas reformas es muestra de avance en el país: estamos alejados de la tendencia global en el sector eléctrico; en materia de seguridad, más de 140 mil asesinatos violentos y el aumento permanente de los delitos en un gobierno que ha sido permisivo e incluso cómplice del crimen organizado, evidencias hay muchas; en lo que respecta al cambio de reglas para los procesos electorales, el peligro es evidente: dispararon al corazón de la democracia.

Luego de que fuera aprobado el “plan B” anunciado por el presidente, en el Senado de la República, que consistió en modificar leyes secundarias, pues le fue rechazada -como en los otros dos temas- su propuesta de reforma constitucional, cada actor político se colocó en la vitrina que nos permitió ver de qué están hechos y cuáles son los intereses que defienden.

Andrés Manuel López Obrador: El presidente de la Nación que renunció a serlo

Nunca hubo duda sobre su talante autoritario, lo demostró como candidato desde el 2006, cuando “mandó al diablo a las instituciones”, sus odios personales, sus filias y fobias se evidenciaron. Durante meses orientó sus energías a desprestigiar al Instituto Nacional Electoral (INE) y a los consejeros que le resultaron incómodos. Sus argumentos nada tenían que ver con la democracia, menos con el respeto a la dignidad de las personas. Los adjetivos no se hicieron esperar y el ataque fue permanente. El presidente de una Nación renunció a serlo y prefirió convertirse en el presidente de Morena. Ante la falta de resultados en política pública, desde la violación de la constitución se empeña en mantener el control del país y busca retener el poder sin importar el precio, así sea destruir los logros democráticos producto de décadas de lucha. López Obrador se quitó el disfraz y apareció el más antidemócrata político de los últimos años.

El PVEM y el PT: Vende caro tu amor…

A cambio de sus votos, los partidos aliados del presidente buscaron por todos los medios no perder, ellos sí, sus privilegios. Se concede en la reforma la transferencia de votos, a fin de que no pierdan ni su registro, ni su financiamiento público. En la vitrina pública, estos partidos son el reflejo de la podredumbre política que se supone iba a combatirse con toda la fuerza “ética y moral” que no se tiene, ni se tendrá. Especialmente el PVEM ha logrado sobrevivir a lo largo de los sexenios, porque con ellos “no hay pierde”, el poder es el poder y el dinero es el dinero. Es como dice Emilio Álvarez Icaza: "el pago de favores para darle respiración artificial a quienes por si solos, no lograrían el registro".

Morena: El partido que no existe

Los integrantes de las bancadas morenistas no niegan lo que son. No son un partido político, son los miembros de una secta que siguen ciegamente ya sea por miedo, por ignorancia, por comodidad o complicidad, al líder que se cree Jesucristo y que no duda en violar al Estado laico, como viola la Constitución.

Sin argumentos, sin conocimiento técnico ni jurídico repiten sólo lo que les dicta el presidente desde la tribuna mañanera. Siguen un guión sin detenerse un momento a pensar en el significado de la democracia. Muchos de ellos, incluso, arrinconaron su pasado. Como les sucede a los miembros del Gabinete, se han desdibujado y se han convertido en imagen y semejanza de su “Dios”. Nada peor para un país que había ya superado los años del control de un solo hombre.

Los partidos de oposición: Sin democracia interna

Desde la marcha del 13 de noviembre, fueron rebasados y por mucho, por la fuerza ciudadana que salió a las calles a defender sus propios logros. Algunos de sus líderes, cometieron errores de principiantes no sólo en señalar el procedimiento jurídico, sino también en el oficio político para conseguir detener el atropello. Durante mucho tiempo, los líderes de la coalición “presumieron” que en 2021 se había detenido el “avance” de Morena y se les había quitado la mayoría calificada en el Congreso. En política no existen ingenuidades y después de cuatro años, nadie puede darse por sorprendido ni defraudado por López Obrador. Ya sabemos quién es.

Toca ahora enfrentar esta realidad y cambiar la estrategia si lo que quieren es recuperar la confianza ciudadana. No le pueden apostar a que por miedo a la cuarta transformación, la sociedad se “desborde” y otorgue un apoyo incondicional a quienes no están mostrando ser una alternativa.

Urge que se democraticen y entiendan el papel que les corresponde desempeñar en este tiempo tan difícil, que parece tiempo de canallas. No pueden desde la exclusión, pretender encabezar un proyecto que compita para revertir el daño que se ha generado al país en estos cuatro años de gobierno.

Deberán interponer los recursos necesarios ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN); deberán encabezar la lucha y la organización de la movilización social, pues de otra manera, perderán la oportunidad de reivindicarse ante las fallas y debilidades que han mostrado en su desempeño y la incongruencia con la que actúan al interior de las fuerzas políticas que dirigen.

La vitrina de la discusión sobre la reforma electoral los colocó en el ojo público y cada uno deberá asumir las consecuencias de sus actos, que impactan en la vida pública y cotidiana de los mexicanos.

La vitrina de la discusión sobre la reforma electoral, nos mostró una clase política que se carcome y a ciudadanos que vibran y luchan por su patria, a ellos es a quienes hay que apoyar, impulsar y responderles.

 
Política y Activista 

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