Durante su época de candidato (más de 18 años), Andrés Manuel López Obrador tuvo la habilidad de apropiarse del discurso sobre la pobreza que vivimos en México. La realidad ahora nos muestra que su interés sólo tenía propósito electoral; al gobierno de la cuarta no le interesa que haya menos pobres, al contrario, la intención es aumentarlos.
partido que asuma esa causa esa, la de los agraviados
económicamente, la de aquellos que ni siquiera pueden
pensar en votar porque antes tienen que pensar en comer”
Carlos Castillo Peraza, 1992
Se equivocan aquellos que piensan que la pobreza es sinónimo de ignorancia, quienes especulan así, no la conocen, pero lo que sí es cierto, es que en este grupo de personas existe una condición de vulnerabilidad que es aprovechada por gobiernos populares. Los pobres son el centro del discurso de López Obrador, pero no el centro de la política pública. No son prioridad, son su “utilidad”.
En 2021, un análisis del Instituto de Estudios sobre Desigualdad (INDESIG) y la Alianza Contra la Desigualdad, evidenciaba que en 2016 los programas sociales llegaban al 67% de los hogares en extrema pobreza y 4 años después, ya en el sexenio de la 4ta. apenas llegaron al 43%. En el presente año, apenas si hubo un crecimiento marginal de 2.8%, la mayor parte del recurso se ha enviado a las mal llamadas “grandes obras del sexenio” que han duplicado y en algunos casos triplicado el presupuesto programado.
Mientras tanto, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en su reciente informe, señaló que actualmente 4 de cada 10 mexicanos viven en situación de penuria, misma que aumentó en casi 4 millones de personas con quien dijo que “por el bien de todos, primero los pobres”.
En esta semana, ante el cuestionamiento sobre el incremento de la pobreza en México, de la periodista Martha Obeso de Esfera Noticias, el presidente con su característico sarcasmo reiteró su ya trillada frase de “yo tengo otros datos” e inauguró un nuevo “indicador” que, según él, es la mejor evidencia de cómo su gobierno se preocupa por “los más necesitados”: El sentido común. ¿Qué es para López Obrador el sentido común?, según sus propios dichos, sería: “si se está ayudando a los pobres como nunca, se está combatiendo la pobreza como no se hacía antes”, ¿en serio?
Ante tales aseveraciones, no puedo dejar de señalar: ¡qué necia es la realidad!, esa que se impone ante los dichos del presidente y nos golpea a los mexicanos de frente. Esa que pretende “echarle a perder a la cuarta transformación su proyecto de Nación”, son los datos duros que se cuelan en las instituciones y que se han convertido en el mayor enemigo del gobierno.
¡Qué necia es la realidad!, esa que también nos dice que en materia de seguridad los homicidios dolosos han aumentado en lo que va de este sexenio. Tan solo en 2022, se han registrado 86 asesinatos diarios de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Esa realidad que, de acuerdo con la organización Causa Común se han suscitado 433 masacres en lo que va de 2022. Sí, esas tragedias que ocasionan carcajadas del presidente, festejos con pastel para celebrar mil reuniones del grupo “élite” de seguridad, mientras que en los lugares enlutados todo es dolor y lágrimas.
¡Qué necia es la realidad!, esa que señala al gobierno del tabasqueño como el más corrupto de las últimas décadas, que hace licitaciones a modo, que otorga el mayor número de contratos por adjudicación directa a los amigos de su hijo mayor, o empresarios favoritos, que defiende a la que antes llamaba “mafia del poder”, que deja sin maíz a las zonas más pobres de Oaxaca y otras partes de México, por la llamada maestra de todas las estafas en SEGALMEX, y la otra maestra estafadora llamada Delfina, su “corcholata para el Estado de México”, por el tráfico de influencias de su hijo José Ramón, porque todo queda en familia otorgándoles puestos de enorme poder a sus cercanos y a los familiares de éstos.
¡Qué necia es la realidad!, esa que hizo salir a más de un millón de personas a la calle en todo el país de manera voluntaria para defender al Instituto Nacional Electoral (INE) y a la democracia, y que el primer mandatario prefiere descalificar e incluso enfrentar convocando a su desfile de funcionarios públicos, de gobiernos de su partido, de beneficiarios de programas a quienes amenazan con quitar los “apoyos que les da el presidente" y no los impuestos de quienes trabajan, porque lo más importante para López Obrador es medir fuerza contra sus gobernados, para “demostrar dónde está el poder”.
Aunque quien habita en Palacio Nacional se empeñe todos los días en señalar a sus enemigos imaginarios: “los fifís, los clasistas, los hipócritas, los corruptos”, pero también a la clase media aspiracionista, a los periodistas que no piensan como él, a los científicos que piden apoyo, a los enfermos de cáncer y otras enfermedades terminales que piden medicamentos y quimios, y a sus “padres golpistas”, los que marchan por la democracia, los que defienden al INE, los intelectuales, los deportistas, los artistas y un largo etcétera. Andrés Manuel, no admite que su verdadero adversario se llama REALIDAD.
El inquilino de Palacio Nacional prefiere no ver a los mexicanos que le exigen resultados, vive dentro de su reino AMLOLANDIA, porque vivir en el México real lo tiene aterrado, porque sabe que pasará a la historia como el peor presidente, el más corrupto, el más insensible, el más ineficiente, el que se esconderá bajo los escombros de su fracasado gobierno, porque vaya donde vaya, la realidad lo alcanzará y le dirá a la cara que falló, no sólo como gobernante, sino como ser humano.