Poco a poco, Claudia Sheinbaum y el presidente López Obrador se están dando cuenta que se encuentran frente a la más peligrosa, letal e invencible adversaria. Una contrincante contra la que no hay antídoto, una oponente que, pacientemente y con firmeza, va mostrando con cifras, imágenes, historias, desastres y calamidades, que el país de la fantasía y las maravillas en el que viven los cuatroteístas, no existe.
Y esa peligrosa adversaria que hará que los morenistas sean expulsados de Palacio Nacional, se llama REALIDAD.
Sí, es la necia y abrumante realidad en la que viven millones de mexicanos hastiados de este gobierno, porque a lo largo de cinco años, no han encontrado respuestas a sus legítimas demandas, pues el oriundo de Macuspana no hizo nada por entender y menos respetar, el mandato de las urnas en 2018. López Obrador no hizo nada por impulsar políticas públicas y atender los graves, complejos y apremiantes problemas que prometió resolver.
Una realidad que le señala, le cuestiona, le recuerda que decidió arrinconar la investidura presidencial, omitir su responsabilidad y que prefirió ser dirigente partidista -metido de lleno en los procesos electorales y en los jugosos negocios de la transformación al amparo del poder político y familiar- y no un estadista, obligado a gobernar para todos.
Por eso es que el discurso oficialista, que en principio el inquilino de Palacio Nacional ha impuesto a la científica, se ha recrudecido y es por eso mismo que no se escatima en descalificar el mensaje de Xóchitl Gálvez que está permeando en el país.
Y es tanto el enojo morenista, que hasta un spot promocional hicieron para responderle a Xóchitl:
“La libertad no es esos regímenes que cerraron el espacio de los periodistas para poder decir lo que quisieron decir. Si hay libertad es ahora, ahora hay libre expresión… ¿La verdad? ¿Hoy hablan de verdad? Pues quién es el que distribuye noticias falsas permanentemente en nuestro país... es la derecha… La vida, como su reivindicación, cuando nunca han querido la vida digna del pueblo de México. Por eso luchamos por la dignidad del pueblo”.
¡Qué conceptos tan torcidos tiene Claudia Sheinbaum sobre la libertad, la verdad y la vida! Y peor aún, corta, reducida a conveniencia, cínica, es su memoria.
¿Acaso no quiere darse cuenta que las conferencias matutinas son el semillero de la violencia y la intimidación contra los dueños de medios, profesionales de la comunicación y analistas políticos, que han denunciado los proyectos fallidos, las corruptelas, los abusos y las omisiones del gobierno morenista?
Justifica la ex jefa de gobierno en todo momento, las más de cien mentiras diarias que Luis Estrada, director general de SPIN Taller de Comunicación Política y autor del libro El Imperio de los Otros Datos, le ha contabilizado a López Obrador tan solo en sus mañaneras.
La forma en la que el tabasqueño manipula datos, desaparece delitos, modifica cifras para no asumir su responsabilidad como presidente, es tan brutal como indigna.
¡Cómo pueden decir que luchan por la dignidad del pueblo, cuando se han mostrado indiferentes ante el reclutamiento y asesinato de miles de jóvenes por el crimen organizado; cuando han normalizado los matrimonios infantiles y cuando han guardado silencio ante las desgarradoras imágenes de niños que, en lugar de jugar o ir a la escuela, portan armas para defenderse y proteger a sus comunidades!
Pero para su desgracia, y lamentablemente también para los mexicanos, la realidad es insistente y cada vez más reveladora, tanto así, que hoy la prensa internacional documenta contundentemente el apoyo del narcotráfico a la campaña del entonces candidato, en el 2006.
Por más que se niegue este contubernio, los indicios han sido evidentes en todo su gobierno, desde las constantes visitas a Badiraguato, los mensajes velados a los grupos delictivos, el respeto -o quizás miedo- con el que se dirige a los líderes de los grupos delincuenciales, hasta la inacción ante la ola de violencia que tiene al país bañado en sangre y a miles de familias enlutadas, representada en la criminal sentencia “abrazos, no balazos”.
Es la innegable realidad de los datos oficiales y la dureza de los hechos cotidianos, la que aplasta y expone la inconsistencia del mundo imaginario presidencial. Es esa realidad la que demuestra que mientras en México impera la violencia, el país se cae a pedazos y se vive entre tanto miedo, muerte y dolor, el presidente está feliz, feliz, feliz haciendo campaña.
Por eso mi llamado a todos los mexicanos a no dar ni un paso atrás en la defensa de nuestro derecho a vivir, a elegir y a exigir a quienes nos gobiernen, que nos hablen con la verdad y nos garanticen a todos un mejor porvenir.