En el marco de la renovación de la dirigencia nacional del Partido Acción Nacional, se han ventilado diversas posiciones sobre el método de selección que debería implementarse, con el propósito de darle nuevamente vida a un partido que, internamente, enfrenta graves problemas para su reconstrucción.

Cada uno de los que hemos manifestado nuestra intención de dirigirlo, así como quienes lo presidieron o formaron parte de los órganos de decisión o quienes han gobernado bajo sus siglas, hemos expresado, según la experiencia propia, una opinión al respecto, quizás con una única coincidencia: no vamos bien.

La mayor parte de nuestras dirigencias fueron electas por el Consejo Nacional, uno de los órganos de decisión más importantes del PAN. De hecho, mi admiración y reconocimiento a Carlos Castillo Peraza se incrementó cuando, al ingresar a Acción Nacional, conocí cómo había ganado la dirigencia... y entonces viene a mi memoria ese maravilloso discurso que refrendó mi sentido de pertenencia y militancia partidista: “Sueño con un partido, ese, el que atienda las causas de los agraviados económicamente, de aquellos que no pueden pensar en votar porque primero tienen que pensar en comer”.

Lamentablemente, el Consejo Nacional no es siquiera la sombra de lo que solía ser y al que se reconocía -por la calidad y congruencia de sus decisiones- como la conciencia del Partido; más bien se convirtió en un símil del viejo PRI donde, en el nombre de la “unidad”, se levantan manos para legitimar las decisiones de unos cuantos que consideran que la democracia es algo así como “un juego de botella”.

En el caso de las candidaturas a cargos de elección popular, la mayor parte de la militancia siempre tuvo participación. Lo sucedido en el 2009, cuando Germán Martínez renuncia a su mandato luego de una estrepitosa derrota electoral por las designaciones a candidaturas federales, fue uno de los motivos para que Javier Corral -años después- impulsara, en una Asamblea Nacional, el cambio estatutario que estableció que fueran los militantes quienes eligieran a sus dirigencias, evitándose así la práctica de la designación.

Con los triunfos llegaron muchas personas a las que no supimos comprometer con las causas de Acción Nacional, porque las victorias se analizan muy poco o prácticamente nada. Las dirigencias no fueron capaces de mantener fuerte a un partido que debió ser apoyo de sus gobiernos y los gobernantes, en todos los niveles, tampoco tuvieron la capacidad de eliminar la tentación del control del partido.

Los resultados electorales nos demuestran que la debacle ha sido constante, y aunque se presuman triunfos circunstanciales en algunas gubernaturas, basta un vistazo para identificar dónde se encuentran ahora muchos de eso actores. La fotografía no es nada halagadora.

Y de Consejo a militantes pasamos a la propuesta de que sean entonces los ciudadanos los que elijan al dirigente de Acción Nacional, porque ahora sí, con ello, “seremos mejores” y, con ello, “recuperaremos la confianza de los mexicanos".

No tengo duda que la participación ciudadana es la que enriquece cualquier proyecto político, la que genera más legitimidad. Si algo me enamoró de Acción Nacional fue el concepto de escuela de ciudadanos. Es más, estoy convencida de que, en proporción, hay más panistas que militantes y también estoy segura de que hay militantes que no son panistas.

No tengo empacho en aceptar otro método -no estatutario- para participar en esta elección interna si así se decidiera. He conversado con quienes han planteado esta posibilidad y les he dicho que acepto toda propuesta que garantice que estamos lo suficientemente sólidos para enfrentar una posible intervención de fuerzas contrarias al PAN, no sólo de los gobiernos morenistas, sino también de otros grupos que actúan al margen de la ley en zonas muy identificadas.

Quienes hemos tenido una vida activa dentro del PAN conocemos perfectamente que, incluso en el propio padrón, por omisiones, acciones y lamentables conveniencias, hay afiliados que participan ya en otras fuerzas políticas. El padrón interno tiene sus riesgos y controles, y éste es uno de los retos más complicados de enfrentar para la próxima dirigencia.

Pero también estoy convencida que la solución a nuestros muchos y complejos problemas, como partido, comienza por tener la voluntad política para escuchar las inquietudes de una militancia que quiere ser tomada en cuenta para abonar a su reconstrucción; urge involucrarla, sin simulaciones, para que con su decisión personalísima defina, mediante su voto libre y directo, a la persona que va a encabezar al Comité Ejecutivo Nacional y, en su caso, las dirigencias estatales y municipales.

Por ello pregunto ¿de verdad el problema que enfrentamos es el método?

Mi respuesta es no, porque ninguna norma cambia conducta humana, quienes desprecian la democracia, siempre encontrarán la forma de burlarla o violentarla.

En lo personal, nunca he condicionado mi participación en el PAN, le consta a quienes hemos hecho equipo y también lo saben y reconocen aquellos con los que tengo diferencias internas. En mi recorrido por el país para platicar con los militantes sin cargos, ha sido una constante escuchar cientos de historias de entrega y convicción panista, la que me reitera, día con día, que estamos todavía a tiempo de reconstruirnos.

En suma, la dirigencia no debe ser trampolín para apetitos personales o de grupo. Hay que recordar que Acción Nacional es vehículo para llegar al poder político y desde ahí desarrollar programas y políticas públicas que eviten el dolor evitable. Nuestro fin superior es México.

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