El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, convocó el pasado 27 de noviembre a los seguidores de su movimiento a una marcha y concentración en el zócalo capitalino, con el aparente motivo de “celebrar los logros transformadores” en su cuarto año de gobierno.

Ríos de tinta han corrido en estas semanas para hablar sobre las motivaciones, intenciones o incluso frustraciones que dieron pie a tal llamado. En principio, diría que no puede compararse lo que no es igual: pedirle a los mexicanos a través del poder político del Estado, con todos sus recursos logísticos, humanos y financieros, que participen en un acto de autoelogio, porque se quiera o no, todos son parte de la cadena electoral y asistencial, no tiene mérito, más bien es una desfachatez, por el derroche de dinero público de los tres órdenes de gobierno y de al menos dos poderes de la Unión, por parte del gobernante, que todos los días repite que encabeza “el primer gobierno austero y franciscano”.

De la participación del 13 de noviembre, solo añadiré que nadie puede descalificar a quienes, de manera libre, pacífica y contundente, nos manifestamos para exigir al poder legislativo y al presidente respetar los logros y avances democráticos de generaciones enteras y de batallas permanentes.

En el “éxtasis discursivo” de López Obrador, luego de caminar por varias horas y de observar diversas manifestaciones, más propias de una secta que de un movimiento político, el mandatario “bautizó” a su proyecto como “humanismo mexicano”. La nota de color la dieron los miles de seguidores que empezaron a desalojar la plancha del zócalo, apenas observaron que el mensaje era el mismo de todas las mañanas. La realidad es que solo fueron a pasar lista.

Ante tal revelación, es oportuno preguntarse: ¿qué significa el “humanismo mexicano” para el inquilino de Palacio Nacional? Según dice, “lo principal es tener amor al pueblo”. Entonces, si él ama al pueblo, ¿qué pasa por su mente cuando los resultados de su gobierno son un fracaso?

¿Permitir que al menos entre 11 y 13 mujeres sean asesinadas todos los días, es amar a las mexicanas?

¿Dejar que niñas, niños, mujeres y hombres mueran de cáncer porque no hay medicinas ni quimios, es amar al pueblo?

¿Permitir que el crimen organizado se haya apoderado de al menos dos terceras partes del país, y tengamos como saldo más de 140 mil muertes violentas, es amar al pueblo?

¿Discriminar a quienes padecen pobreza, al equipararlos con “mascotas”, y que en sus primeros cuatro años de gobierno haya aumentado la pobreza en 4 millones de personas, es amar al pueblo?

¿Permitir que México se haya convertido en el cementerio más grande, luego de más de 600 mil muertos por COVID y el pésimo manejo de la pandemia, es amar al pueblo?

¿Abrazar y justificar a quienes se dedican a delinquir mientras dañan y desaparecen a familias enteras, es amar al pueblo?

¿Permitir, por el mal manejo de las finanzas públicas, que a los hogares mexicanos ya no les alcance para comprar la canasta básica, es amar al pueblo?

¿Dejar de apoyar al arte, el cine, la cultura, la ciencia, la tecnología y el deporte, entre otros sectores, es amar al pueblo?

¿Gobernar solo para los que le aplauden, lo alaban y le muestran lealtad ciega, es amar al pueblo?

¿Mentir todos los días, cuando dice que se acabó la corrupción, que vamos muy bien, que no hay inseguridad, que hay inversión, que no hay impunidad, que vivimos un auténtico Estado de Derecho, es amar al pueblo?

¿Permitir la corrupción y tráfico de influencias de sus hermanos, hijos, parientes, además de sus colaboradores en el gobierno, es amar al pueblo?

¿Acabar con la naturaleza para construir obras inservibles, es amar al pueblo?

En conclusión: ¡NO!, López Obrador no ama al pueblo. Los datos oficiales que evidencian que México va de reversa, que tenemos el peor gobierno de las últimas décadas, que de lo único que se ha preocupado es de mantener su popularidad a costa de lo que sea, sólo nos dicen que en realidad su proyecto no debería llamarse “humanismo mexicano”, porque el presidente está empeñado en imponer “el reino de lo inhumano”, cuyos postulados son:

La impunidad

La destrucción institucional

La indolencia

La ineficiencia e incapacidad

El autoritarismo

La polarización

Sus promesas de campaña se convirtieron en robar, mentir y traicionar la confianza de millones de mexicanos que creyeron que en verdad había esperanza.

Finalmente, no puedo evitar mi señalamiento, ante la tibia respuesta de las dirigencias partidistas de la oposición que operan y juegan como nuestra selección nacional en Qatar, defienden y cuidan sólo su pequeño espacio mientras nos golea la realidad. Tenemos que presentar alternativas de país para resolver los enormes retos que enfrentamos.

De seguir así, en los partidos que jugaremos en el 2023, donde debemos enfrentar al más tramposo rival, estamos expuestos a la primera goliza, y en el 2024, a la anulación del árbitro. Estamos a tiempo de corregir el rumbo y ganar el partido.

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Política y Activista 

 

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