Si hay una palabra que define al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sin duda es “cinismo”. A lo largo de estos cuatro años, nos hemos despertado con la idea de que las cosas no pueden estar peor de lo que ya están, y nos llevamos enormes sorpresas: ¡los influyentes líderes morenistas se superan todos los días!

“Porque lo mando yo”

El catálogo de disparates inició previo a su toma de protesta, con la llamada “Consulta Nacional sobre el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México”, celebrada en octubre de 2018. Muchos minimizaron el poderoso mensaje que se enviaba: “acá mando yo y yo soy el pueblo”, a pesar de que todavía no asumía oficialmente el cargo. Pocos recuerdan ya que esa consulta fue pagada con “aportaciones” -y lo que eso signifique- de los diputados federales miembros de la bancada de MORENA; la participación, apenas el 1.2 por ciento.

¿No es absurdo que el que se dice el hombre más votado, escuchado, seguido y amado por el "pueblo bueno", lograra esa pírrica participación en su primer acto “avalado” por sus votantes”? ¿Que no la cancelación obedecía al mandato de todo México? El costo de este capricho lo están pagando las “generaciones del bienestar”, con la falta de políticas públicas en salud, seguridad, economía y desarrollo social.

El falso demócrata que habita en Palacio Nacional utilizó la misma artimaña, con distintas consultas, para imponer su voluntad o su percepción de la realidad: el Tren Maya, la cervecera de Constellation Brands, el juicio contra los expresidentes y la revocación de mandato.

¿Primero los pobres? No, primero la estrategia política

“Como anillo al dedo” pasará a la historia como una de las frases más miserables e indolentes dichas por un presidente de la República, luego de la tragedia que ha significado la pandemia de COVID 19 para México y el mundo. Cerca de un millón de hogares enlutados siguen llorando a sus muertos, mientras el presidente ríe.

López Obrador prometió un sistema de salud como Dinamarca y terminó desmantelando un modelo que funcionaba: el seguro popular atendía a los más vulnerables. Sin duda era perfectible y muchas cosas debían corregirse, sin embargo, la apuesta fue a la destrucción. ¿Cómo es posible que un gobernante no tenga la mínima empatía con aquellas personas que fincaron su esperanza en el “candidato humanista” y hoy padecen angustia por no contar con lo mínimo indispensable para atender sus problemas de salud, desde una gripa hasta quienes por desgracia padecen una enfermedad terminal?

México es el país de Latinoamérica con menor crecimiento económico, de acuerdo con el informe del Banco Mundial. ¡Sí, estamos por abajo incluso de Nicaragua! ¿Cómo se refleja esto en cualquier mesa de los hogares mexicanos? Los precios aumentaron en el pollo, la leche, el frijol, las tortillas, el arroz, el jitomate, el aguacate y un larguísimo etcétera. Pero la culpa es “los neoliberales” y “los conservadores”, los enemigos favoritos del presidente.

Al inquilino de Palacio Nacional nunca le importaron los pobres, ni su salud, ni su alimentación, ni su bienestar. Para el tabasqueño, sólo son fichas que mover en su “estrategia política”; son votos que utilizar para mantenerse en el poder y ser beneficiado, junto con su familia, amigos y cercanos, por las extorsiones políticas mejor conocidas como “aportaciones voluntarias”. La frase que mejor lo describiría es: “primero los sobres”.

¿Construir la Paz? No, declarar la guerra

Tenemos en México un presidente bélico que, desde el primer día de su gobierno, declaró la guerra a las mujeres, a los periodistas, a los científicos, a los académicos, a los cineastas, al personal médico, a los deportistas, a los intelectuales y a una larga lista de mexicanos que osan no pensar como él, que se atreven a cuestionarlo, a criticar sus malas decisiones, que no se someten a su poder, que no son sumisos a su voluntad.

Tenemos en México un presidente bélico que se ríe de las masacres, que se atreve a decir disparates como “no secuestran a los pobres”. Quien se supone está informado de todo, parece ser que no tiene información de nada.

Nuestro país vive uno de sus peores momentos en materia de seguridad. Tenemos una Guardia Nacional que es usada para cuidar la candidatura de su corcholata favorita e inexistente para combatir al crimen organizado. La paranoia del tabasqueño llega al extremo de los populistas del mundo que inventan “golpes de estado” para evadir sus responsabilidades, para encontrar pretextos cuando son incapaces de dar soluciones a los problemas de sus gobernados.

Para desgracia de México, en el inicio de este quinto año de gobierno podemos afirmar que las cosas no van a cambiar. Los datos oficiales, que no los otros datos, en todos los rubros han empeorado, y en el púlpito presidencial, las historias que se cuentan todos los días parecen ser sacadas de una realidad alterna. El cinismo con el que actúan los servidores públicos que viven en campaña electoral permanente, solo es superado por su propia irresponsabilidad e incapacidad.

Es triste y frustrante decirlo, pero no tenemos presidente de la República. Lo que realmente despacha en Palacio Nacional es un provocador profesional.

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Política y Activista

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